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La Encarnación, espiritualidad de la Señora de Acarie

Hermana "María de la Encarnación" escogió su nombre.
Quiso relacionarse con el misterio de la Encarnación: afecto a Jesús, Hijo de Dios encarnado en hombre vulnerable, en su nacimiento de niñito y su infancia; en su Cruz, sufriendo y salvador de toda la humanidad. Dios se hizo hombre por la humildad consentida de María, prueba del inmenso amor de Dios, creador y padre.
En Jesucristo es en el que la Señora de Acarie reconoce a la vez a Dios, al que adora, y al hombre Jesús-Dios, ejemplo que hay que imitar en todo. De ahí su oración " le suplico transformarme totalmente en usted incluso en este misterio del don de sí mismo». He aquí la fuente de los éxtasis y de los estigmas.
El hecho notable en esta vida de unión al Cristo es el comportamiento humano excepcional de la Señora de Acarie en sus cualidades de esposa atenta, de ama de casa, de madre de familia y de gerente competente en todos los dominios, en ausencia de su esposo y en la creación de los primeros carmelos. Todo ello en un contexto de muerte y dolores en este medio siglo de pruebas y de guerras.

La Encarnación, espiritualidad de Madame Acarie

Conferencia dada por el Padre Jean DUJARDIN, Oratorien, ancien supérieur général

Me gustaría decirles y es la realidad, que el hecho de ser oratoriano no me cualifica particularmente para hablarles de la espiritualidad de la Señora Acarie. Por supuesto, el oratorio siente y siempre ha sentido simpatía, en el sentido fuerte de la palabra, por el Carmelo. Los vínculos entre la Comunidad Oratoriana de Pontoise y el Carmelo bien lo demuestran. Sin embargo, preciso que hasta últimamente, debo confensarlo, no conocía la biografía de la Señora Acarie ni sus obras. Afortunadamente no son numerosas, lo que me permitió leerlas atentamente.
No obstante conozco mejor, por lo menos así lo pienso, la espiritualidad de la Encarnación ya que soy discípulo del Cardenal de Bérulle. Los que conocen la historia de la Señora Acarie saben sin embargo que si sus relaciones con su primo Bérulle fueron muy buenas, hubo momentos de tensión, difíciles e incluso de grave incomprensión en el momento de la introducción de lo que se llaman « votos de servitud » para las Carmelitas.

Pero mi intención no es entrar en esas perspectivas, es primero intentar darles cuenta de la espiritualidad de la Señora Acarie en su relación con la Encarnación.
T ó mense lo que voy a decirles como un trabajo de neófito y no como una síntesis porque no es lo que pretendo hacer ya que no soy, lo repito, un especialista de su obra.
Me gustaría desarrollar ante ustedes estos tres puntos importantes :

  • El primero será una presentación rápida de sus obras, de los textos a partir de los cuales podemos reflexionar sobre su espiritualidad.
  • Depués, intentaré destacar de sus textos y de los testimonios que nos son dados, lo que concierne a su espiritualidad en relación con el misterio de la Encarnación en particular.
  • Finalmente, haré una pregunta más delicada que se acerca en parte al trabajo iniciado, pero que sólo se acerca a él en parte ya que lo veo como una perspectiva complementaria. Esa pregunta es la siguiente : ? por qué la Señora Acarie y por qué todos esos hombres y esas mujeres que trabajaron con ella para la modificación de la vida religiosa en Francia, de la Iglesia católica de Francia, se concentraron tan fuertemente en su trabajo sobre el misterio de la Encarnación, aunque me parece de hecho que el que más lo hizo fue el Cardenal de Bérulle. Todos, a un nivel diferente, basaron su trabajo espiritual sobre este misterio.

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Primero digamos algo sobre los escritos de Madame Acarie. Antes dije que no eran muy numerosos pero es necesario presentarlos rápidamente. Voy a hacerlo a partir del trabajo que me han entregado.
Primero hay cartas – catorce cartas o extractos de cartas- escritas a Michel de Marillac, al Padre Bérulle, a su hija Madre María de Jesús, sub-priora del Carmelo de Amiens, al Señor Fontaines que era sin duda el padre de sor Magdalena de San José, priora en el Carmelo de París etc. Aquí están esas cartas, hablaré de ellas más tarde, no voy a present á rselas en detalle.
Después, está el pequeño opúsculo que nos interesa mucho y que se titula : « LOS VERDADEROS EJERCICIOS DE LA BEATA SOR MARIA DE LA ENCARNACION » escritos por ella misma. La primera edición es de 1622. Fue editada de nuevo varias veces y parece que de hecho, haya tenido una gran influencia sobre todos esos hombres y esas mujeres a propósito del renacimiento espiritual del siglo. Digamos que estos « verdaderos ejercicios » no son presentados – o por lo menos no es lo que me pareció – como una síntesis espiritual sino como una especie de itinerario, de camino de vida espiritual propuesto a los creyentes. Ese camino empieza en el reconocimiento de nuestra bajeza ante Dios bajo la forma de una primera oblación y a través de diferentes recorridos nos lleva a la acción de gracias para los dones recibidos y al final, nos conduce a una nuevaoblación diferente de la primera, porque es consciente, no sólo de nuestra bajeza, sino de todo lo que Dios nos ha dado y una entrega a Dios de nuestra propia voluntad.

Es un verdadero camino espiritual el que ofrece la Madame Acarie.
Y, hay una tercera fuente : los testimonios, hay sin duda muchos más de los que voy a hablar. Los primeros testimonios a los que aludiré son las cartas del Padre Coton, importante padre jesuita, capellán del Rey que me parece haber analizado con una particular sutileza algunas dimensiones de la espiritualidad de María de la Encarnación en su correspondencia con Michel Marillac. También están los testimonios de la Madre Juana de Jesús, priora del Carmelo de Gisors o la biografía del que era tan amigo de ella, el abate André Duval, y por último el relato de su vida por el Padre Daniel Hervé, sacerdote del Oratorio, publicado en 1666.
É stas son las principales fuentes de esta espiritualidad a las que he aludido prioritariamente.

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¿ Qué es lo que se puede decir a partir de ahí ?
En comparación con el misterio de la encarnación, debemos primero considerar un hecho por si mismo porque es significativo, elocuente : es la elección de su nombre como religiosa. Parece ser y todos los testigos lo dicen -el señor Duval lo señala particularmente- que ese nombre de María de la Encanación lo eligió ella misma, voluntariamente. El Padre Hervé – no s é si se refiere a algo auténtico desde un punto de vista histórico (soy un poco historiador y por lo tanto un poco crítico)- nos dice que ese nombre le apareció como una revelación divina. Es totalmente posible.
Pero no importa la forma por la que se le reveló : parece ser que fue en su propia actividad espiritual como quiso incorporar el sistema de la Encarnación a su vida religiosa. Añade incluso que “Su piedad iba hacia Nuestro Señor considerado en su persona y hacia el misterio de su Encarnación » : creo que las cosas que dice aquí son justas. Por otra parte, dice que cuando el Padre Bérulle instaló a las primeras Carmelitas en París, quiso con la total aprobación de éste, que ese primer monasterio fuera consagrado al misterio de la Encarnación. Tenemos aquí elementos que nos permiten mostrar su apego al misterio aunque por otro lado Madame Acarie no lo explica mucho. Pero esto no tiene gran importancia, lo importante es que lo viviera de esa forma y veremos que eso tiene un gran sentido en su vida. Quizás el Padre Coton en una de sus cartas dirigida a Michel de Marillac del que hablaba al instante, vaya más lejos cuando nos demuestra las razones profundas.

En efecto, parece que la Señora Acarie establecía una especie de paralelismo entre María Madre del Verbo Encarnado y el misterio de la Encarnación. En el misterio de la Encarnación sabemos que hay una unión de dos naturalezas : la naturaleza divina y la naturaleza humana. Pero en María, esa unión se produce a través de la manera en que acogió la noticia del 25 de marzo y es totalmente simbólico decir eso hoy. No he encontrado ningún texto de Madame Acarie que esté especialmente dedicado a este tema pero es cierto que en los opúsculos de piedad del Cardenal de Bérulle podemos ver meditaciones muy profundas sobre la Anunciación ya que para él, todo el misterio de la Encarnación se basa en este punto y se juega como lo dirá él mismo, en el consentimiento de la Virgen a propósito de Dios y podemos pensar que la influenció sobre este punto. Entonces , podemos suponer que María de la Encarnación al elegir este nombre se adhería casi por simpatía a las ideas de Bérulle pero desconfiaba mucho de todo lo que era del orden de la sensibilidad ; además, creo que se adhería a ellas sin una reflexión de carácter puramente teológico ; se adhería a ellas por razones muy profundas : María acogió la palabra de Dios, y nos toca ahora a nosotros acogerla y vivir en nuestra existencia el misterio de la Encarnación. Entonces vemos claramente por qué toda su espiritualidad – voy a emplear un término que ella no usaba pero que otros utilizarán – es una « cristología ». Todo está centrado en el misterio de Cristo, el Cristo está en el centro.
Desearía darles ahora mismo un pequeño ejemplo, extraído de una carta dirigida a Madre María de Jesús, su hija ; dice lo siguiente : « Que Jesús sea para siempre el poseedor de nuestros corazones, como será si le amamos y no hacemos más que buscarle en todas partes ». Entonces, da de manera extremadamente fuerte, y también en la misma carta, otra expresión por cierto curiosa « Les ruego (designando a otras hermanas). Les ruego que lo saluden de nuestra parte en el Corazón enamorado del Niño Jesús ». Volveremos a hablar de esto más adelante.

Por lo tanto hay, sin duda posible, toda una orientación hacia Jesús, hacia Jesucristo, hacia Jesús en el centro de la vida cristiana, un apego al Cristo en sus misterios. Sin embargo no utiliza las expresiones que se encuentran en otras obras de autores espirituales, y en esto, me refiero también a una obra del Cardenal de Bérulle, que es de una expresión bastante difícil y que se llama « Los estados de Jesús ». En las obras de Madame Acarie hay algo equivalente ; invita a sus comuniantes, las hermanas y otros…a reflexionar sobre lo que llama « Las Virtudes de Nuestro Señor ». Creo que aquí hay que entender la palabra « virtud » en su sentido originario, en el sentido latín de « fuerza » ; los actos, actitudes profundas de Jesús y no sus reacciones como podemos tenerlas de simple humanidad o de sentimiento. Es lo que anima a Jesús que se vuelve objeto de reflexión y aquí también, bien lo vemos, ¿con qué objetivo ? Con el objetivo durante toda nuestra vida, de una identificación con Jesús mismo, y esto lo escribió ella en « los Verdaderos ejercicios ». « Les ruego muy humildemente que miren con mis ojos, que hablen con mi lengua y operen con todos mis sentidos y miembros las cosas que les parezcan agradables, y que me identifico totalmente a Cristo. »
Podrán encontrar algo de esto, pero no es sorprendente, en la célebre oración , en pleno siglo XX, de Isabel de la Trinidad, en su oración de la Trinidad justamente.

En resumen, un apego a las virtudes de Nuestro Señor, una voluntad de traducir durante toda su existencia esas virtudes del Cristo que ella contempló. Sin embargo, parece ser, si puedo permitirme, que hay dos momentos que la interesan particularmente en la vida de Jesús, dos ; y esto me soprendió mucho, sobre todo en lo que al primero se refiere. Ella se interesó particularmente en lo que Bérulle llama el « Estado de infancia ». Lo llama simplemente « La infancia de Jesús » ; y por qué se interesa particularmente a la infancia de Jesús cuando, lo sabemos, en el siglo XVII uno no tiene en absoluto la misma sensibilidad que tenemos hoy en día respecto a los niños. Por aquel entonce la infancia era ante todo considerada como un período de « bajeza » o verdaderamente de pobre humanidad. No obstante, ella justamente, se interesa por esa infancia de Jesús porque la visión casi negativa que uno tenía en esta época de “estado de infancia” le demuestra hasta qué punto la Palabra de Dios hecha humana eligió lo más humilde y más limitado ; es una muestra de envilecimiento por excelencia. Si Dios quiso a través de su Hijo alcanzarnos en nuestro « estado de infancia », con todos los límites de la infancia, esto nos demuestra hasta qué punto nos quiere.

Está claro que el apego que le tiene en esta época Madame Acarie a la vida de Jesús es significativo de su agradecimiento, de su inmensa gratitud a un Dios que viene a alcanzar la humanidad en lo que tiene de más humilde y de más bajo y – porque estas dos actitudes están vinculadas – invita a cada cristiano a elegir actuar con la misma humildad, con el mismo envilecimiento que Jesús alcanzó haciéndose , él mismo, un niño. Iba diciendo antes que esto me había llamado particularmente la atención ya que Bérulle relatará más tarde una vida de Jesús que acaba de un cierto modo el día de su nacimiento. Es un hecho que Madame Acarie invita a sus comuniantes, a sus hermanas a un apego particular a la fiesta de Navidad.
Y está también la otra extremidad de la vida de Jesús : el Cristo que sufre. Recuerdo que en todo el recorrido que la Señora Acarie sigue con respecto a Jesús-« las virtudes de Jesús »- hay dos momentos privilegiados : El nacimiento de Cristo y el sufrimiento de Cristo en la cruz ; y creo que una de las características de su espiritualidad, quizás la más fuerte, sea la unión al Cristo que sufre.

Aquí también me gustaría ilustrarlo con un breve extracto de una carta. ¿Qué es lo que contempla en el sufrimiento de Cristo? Contempla también el envilecimiento del Cristo en la cruz ; « me extrañaba ver, dice, esa segunda persona de la Muy Santa Trinidad, arreglada de esa forma » – en la cruz, por supuesto-, pero con esa conciencia viva de que si se encontraba ahí es porque sufría en su carne y en su cuerpo todos nuestros errores ; los llevaba arreglado de esta forma para llevar mis pecados y los de los hombres » ; Cristo en la cruz, lleva todos el pecado del mundo entero. Entonces, si se encontraba así es porque eligió la condición humana en el sufrimiento extremo de lo Justo. Asimismo tiene sin la menor duda una visión muy clara de las cosas. La cruz no es solamente una muestra de su envilecimiento sino la muestra de un amor extremo ; « Lo que uno podía sentir, dice, no puede expresarse y menos contarse ; recuerdo que el alma admiraba la sabiduría y particularmente el exceso de su amor » expresados por el misterio de la cruz. Por lo tanto la unión al sufrimiento de Cristo con incluso la cruz es una muestra de amor. Y fijense, en condición de cristiano nos toca a nosotros, y lo dice Madame Acarie, seguir el camino de la cruz. Lo expresa de una manera bastante clara en un pequeño texto que voy a leerles. Escribe : « Le ruego que me transforme totalmente en Usted, incluso en este misterio de don de sí mismo. »

Por lo tanto es una actitud de identificación a Cristo y sabemos incluso que vivió esa autentificación al misterio de la cruz a través de estigmatas (de las cuales desconfiaba y no le gustaba hablar) ; pero vemos bien la continuación entre ese apego al misterio de la cruz y  la expresión de los estigmatas en su propio cuerpo.
Finalmente, al final de ese recorrido, que llamaré identificación a Cristo, creo poder afirmar que en ese momento estaba particularmente enterada de la reflexión paulina, de San Pablo quien tuvo visiblemente una gran influencia sobre ella. Llegada a este punto de su recorrido, piensa evidentemente en la « kenose divina », es decir en el himno de la epístola dirigida a los Filipinos : « El que se rebajó, obedeciéndole hasta la muerte, la muerte de la cruz ». Por lo tanto va hasta este punto ; en un primer momento éstas son unas características de su espiritualidad.

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Me gustaría proseguir afirmando que era una cristocéntrica para usar la expresión que se ha hecho un clásica desde Brémond, aunque crea que reduciendo o identificando la escuela al cristocentrismo, Brémond olvidó que quizás era una cristocéntrica porque era teocéntrica –lo que no es un juego de palabras- : el cristocentrismo es una manera de llegar a Dios, es el Cristo en el centro de nuestra relación con el Padre.
La piedad de la Señora Acarie es una piedad que se basa en las Escrituras ; es totalmente impresionante. No podemos encontrar en sus textos señales de lo que llamaría « ejercicios de piedad », en el sentido malo de la palabra. Se encuentran referencias constantes aunque no estén desarrolladas en el Evangelio, con San Pablo. Manifiesta un sorprendente conocimiento de las Escrituras. Eso es lo que testificaron varias personas ; pienso en la Madre Juana de Jesús Séguier que decía precisamente que conocía bien los textos del Evangelio y de San Pablo. Entonces ustedes me dirán que era una mujer culta. No es solamente eso, también es una elección personal; otras personas sin duda tan cultas como ella no centrarían su espiritualidad antes de nada en las Escrituras, y en su caso ese fenómeno me llamó la atención particularmente. Es muy característico. Observamos este fenómeno incluso en los grandes profesores de las escuelas francesas : un gran conocimiento de las Escrituras al cual se añade para algunos de entre ellos evidentemente el conocimiento de los Padres de la Iglesia, etc. Pero es bastante increíble observar tan claramente este fenómeno en la Señora Acarie.

Hay también otra característica que me sorprendió : es el equilibrio humano de su espiritualidad. Me atrevo a decir que es la espiritualidad de una mujer que conoció perfectamente las exigencias de la vida humana ; no era una soñadora, ni una mística disparatada, ni tampoco una mujer que se encuentra fuera de las realidades del mundo ; conocía muchas cosas, conoció y atravesó –lo sentimos en sus relatos – los problemas, las preocupaciones de una casa que dirigir, las preocupaciones de la educación de sus hijos ; incluso cuando se hizo religiosa, siguió admirando a la gente que quería e incluso que eligía seguir viviendo en el siglo a pesar de una real atracción hacia una vida consagrada. No se lo reprochaba, no venía a decirles que hubiera sido mucho mejor entrar en el Carmelo. Al contrario, lo que les decía era lo siguiente : « Si conseguís vivir vuestra vida cristiana en el siglo, es admirable » ; porque sabía lo que era. Esas experiencias son pues exigencias de la humanidad, no solamente las conoció sino que también las preservó una vez que se hizo religiosa. No las olvidó, lo que la llevó a dar consejos muy sabios, muy humanos. Entonces podemos objetar lo siguiente : ¡ todavía no se había entregado al Carmelo ! Pero cuando el joven Pedro de Bérulle negoció en España la venida de las primeras Carmelitas, le dió consejos muy atinados sobre la elección de las personas, y los consejos no eran hacer horas de oraciones. Al contrario, eran consejos muy humanos, muy concretos respecto al equilibrio, al discernimiento, a la sabiduría, a la práctica diaria de las virtudes. Esto es muy impresionante.

Es obvio que le tenía apego a la vida de oración y hubiera podido poner de realce antes que una de las características de su espiritualidad, (no es en nada exterior a la vida de Cristo), era vivir constantemente en presencia de Dios, como bien se decía anteriormente en la oración tradicional de la Iglesia « Pongámonos en presencia de Dios ». Es evidente que vivía siempre en presencia de Dios y que para ella la oración desempeñaba un papel importante, sin embargo desconfíaba mucho de una práctica de la oración que no tuviera como fin las virtudes humanas.
Si la oración hace que se vuelva un ser irrealista o que no sepa comportarse con sus hermanas, o incluso que no sabe aceptar las humildes faenas de la vida, es falseada en su verdadero sentido ; de hecho, la Señora Acarie es ella misma, un ejemplo de esto ya que practica faenas muy humildes en las cuales, según los comentadores, manifiesta mucha dulzura y modestía. Añadiré incluso que desconfiaba no solamente de los que divagan sino también de se misma. Es por eso que sentía una especie de resistencia en los momentos de éxtasis, lo que nos lleva a pensar que aunque no lo expresara mucho, le tenía mucho apego a la meditación de la humanidad de Cristo en el misterio de la Encarnación, como ya lo hemos dicho antes. Por lo tanto, había por su parte un profundo equilibrio y una profunda humanidad.

La última característica que pondré de realce es que no era una teóloga – es obvio que de todas formas no buscaba serlo. Pero sin ser teóloga, lo que nos deja sondear a propósito de su conocimiento de los misterios de Cristo es muy justo ; lo hemos puesto de realce antes y el señor de Bérulle lo hizo también, le tenía un real apego al misterio de la eucaristía como don de Cristo ; ella lo señala fuertemente, como presencia de Cristo. Por otra parte tenía un gran sentido de la Iglesia, un sentido muy grande de la Iglesia ; es impresionante, y por supuesto lo vive en una perspectiva de una Iglesia destrozada por la Reforma protestante. De hecho tuvo una frase un poco dura con respecto a los Huguenotes. En el contexto de la época, uno puede entenderlo, pero al mismo tiempo no se les daba demasiada importancia. Lo que la preocupaba era la división de la Iglesia. ¿ Cómo se puede reconstruir, de cierto modo, no solamente la unidad institucional sino también el cuerpo de Cristo ?
De hecho, me parece que no nos hemos acordado suficientemente de que esa Escuela francesa de espiritualidad ya consideraba a la Iglesia mucho más como el cuerpo de Cristo que como una institución. Creo que la teología, que posteriormente desarrollará las características « una, santa, católica y apostólica », la teología bellarmiense en particular, esa teología hecha en gran parte contra el protestantismo, nos ha hecho olvidar que esos hombres y esas mujeres por su parte, consideraban antes que nada a la Iglesia como el cuerpo de Cristo. Menos mal que el Padre Mersh, en sus estudios sobre el Cuerpo místico de Cristo le hizo justicia a esa búsqueda espiritual que, de cierto modo, no ha pasado totalmente en la formación teológica hasta el siglo XX.

Además, Sor María de la Encarnación tenía un gran sentido del misterio de la Redención y para ello, se basaba una vez más en San Pablo. Podemos ver que sin ser teóloga en el sentido fuerte de la palabra – no consideró serlo en ningún momento ya que, me parece, era demasiado modesta para eso – tenía un conocimiento preciso de los puntos esenciales de la fe cristiana.
En resumidas cuentas diré que es evidente que lo que era admirable en ella era el equilibrio de su vida espiritual. Podemos entender la influencia que tuvo y cuánta gente debió encontrar en ella no solamente bienestar, consuelo sino también orientación profunda.
Podemos constatar que su apego al misterio de la Encarnación se encuentra en la línea de Teresa de Ávila que conocía ya que ésta – lean de nuevo su correspondencia – era también muy humana y muy realista en lo que escribía ; y también en la línea de maestros espirituales (influencia ignaciana en particular), pero pienso que a su manera fue en gran parte inspiradora del esfuerzo de reajuste de la época en el misterio de la Encarnación.

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Por lo tanto y por último como lo he anunciado anteriormente, me gustaría interrogarme ante ustedes sobre la razón o sobre las razones profundas – voy a intentar acercarlas – que llevaron a esos hombres y a esas mujeres, junto con María de la Encarnación, a centrar la espiritualidad cristiana de ese tiempo más hacia el misterio de la Encarnación que es hoy nuestro principal tema. Me gustaría también hacer la pregunta desde otro punto de vista, pienso totalmente complementario, sobre el vínculo entre este misterio de la Encarnación y lo que llamaré una evolución religiosa más larga que la crisis misma que nació con la separación de la Iglesia.
Ustedes saben que, en el estudio de la espiritualidad se buscan normalmente las fuentes en las espiritualidades anteriores y es totalmente apasionante. No es esto en absoluto lo que pongo en tela de juicio. Me parece, sin embargo, que si existen maestros espirituales que son grandes maestros espirituales para una época en concreto aunque no encontremos en ellos una reflexión analítica sobre los problemas de su tiempo, es porque las características espirituales que desarrollan responden estrechamente a las necesidades de esa época en sus profundidades más importantes, en lo que tienen de más significativo, más allá e incluso mucho más allá de la crisis inmediata.
Me parece que la problemática de esa época puede resumirse en tres características. Voy a ir bastante lejos en el pasado :

  • Primero está, y lo vemos bien de hecho en el arte, la omnipresencia de la muerte, el misterio de la muerte y no es sorprendente. Existieron acontecimientos importantes de la historia que son incluso del siglo XIV (finales del siglo XIV) ; pero de forma más general, sólo hace falta leer los testamentos para saber por ejemplo que entre todos los niños que nacían había muchos que morían. La omnipresencia de la muerte provoca una interrogación profunda, una inquietud, una angustia que aterrajaba a los hombres de la época :  « ¿ Quién soy ? ¿ Cuál es el valor del hombre ? » 
  • Existe una segunda característica que hay que tener en cuenta y que es « La ampliación del mundo », por lo menos para las élites cultas – como escribió Pierre Chaunu (historiador) – el siglo XVI experimentó la transformación más importante de nuestro espacio humano, el final del enclave de todos los espacios marítimos : 1492 descubrimiento de América, unos años después Vasco de Gama llega a la India, Magallanes inicia la vuelta al mundo, Mercator hace un mapa del mundo que, en sus grandes características, es más o menos el nuestro. En cincuenta años el mundo estaba unido en la cima.
    En la primera mitad del siglo XVI, la ampliación europea trastornó el mundo ; en la segunda mitad, el resto del universo empezó a turbar a Europa…Se podía asistir a una exaltación del hombre.
    Esa Europa puso a su nivel el pensamiento científico y pienso notamente en la revolución copérnica que estará muy presente en la espiritualidad de Bérulle. No sé si el pensamiento de Galileo es el mejor desde un punto de vista científico, pero le parece muy útil para poner a Cristo en el centro del universo.
  • Para terminar, existe una tercera característica que me gustaría poner de realce, pero sin perder mucho tiempo con ella : es lo que los historiadores llamaron « El agotamiento religioso del fin de la Edad Media » : agotamiento, cansancio, esos autores quisieron subrayar con estas palabras que la Iglesia fue incapaz – empleo aquí este término de manera amplia y por lo tanto injusta con respecto a mucha gente y a muchos maestros espirituales – incapaz, sí, de responder a las esperanzas de los hombres o de encontrar respuestas adecuadas para las esperanzas de esos hombres que se encontraban entre la angustia de la muerte y la exaltación de ellos mismos.

No es para empezar una crisis institucional – varios historiadores lo han puesto de realce – es una crisis religiosa ; esa crisis religiosa se traduce por lo que los buscadores llaman también « una crisis de intercambios entre lo visible y lo invisible ». Desafortunadamente no tengo tiempo para desarrollar este punto, quiero decir con esto : ¿ cómo establecer una relación sana entre lo que somos y el misterio de Dios ? Es en esta perspectiva que podemos entender la inadecuación entre algunas de las respuestas dadas en el siglo XVI, y la reacción de los « reformadores ». De hecho, no fue únicamente esto lo que fue el origen de lo iniciado por Luther, fue su reacción contra las indulgencias, como si la instrumentación de las indulgencias pudiera regular nuestras relaciones con lo visible y lo invisible. E iré más lejos : quedaron señales de ello en el siglo XVII, en una cierta instrumentalización de los sacramentos ; era corriente que se celebraran muchas misas para los difuntos, es totalmente admirable, pero que uno se imagine se celebraban miles de misas el día de una inhumación esa contabilidad religiosa parece sorprendente ! ¡¡¡Y se pueden incluso encontrar testamentos que pedían que se celebraran 5000 misas !!! En resumidas cuentas, cuando hablo de instrumentalización, ustedes entienden lo que quiero decir.
Era preciso reequilibrar eso ; y es ahora cuando, sin perder tiempo en ello, demostraré que la institución de la Encarnación no va a situarse a medio camino de las respuestas propuestas por el Humanismo y la reforma Protestante sino en otro ámbito.

Por una parte, el Renacimiento y el Humanismo se encontraron más del lado de la exaltación del hombre, diré del orgullo humano, prodigioso ; podré citar textos que lo demuestran perfectamente. Cito uno de ellos porque es gracioso por algunos lados : es el de ese matemático, filósofo y astrónomo que era Cardan y que dice : « Entre los prodigios naturales, el primero más raro es que yo haya nacido en este siglo. ». Como pueden notarlo, es admirable decir una cosa así : « He nacido en este siglo en el que se ha descubierto la tierra mientras los ancianos no conocían la tercera parte de esto ; los conocimientos se han extendido, qué hay de más maravilloso que la artillería, esa pólvora de los mortales que es mucho más peligrosa que la de los dioses » y « ¿ Qué es lo que nos falta todavía ?. Pues alcanzar el cielo. » « He leído dice también Pic de Mirandole, en el Libro de los Árabes, que no se puede ver nada más admirable que el Hombre ». La exaltación del hombre ; un eco de esa exaltación del hombre no fue ignorada por los maestros espirituales del siglo XVII. En el célebre opúsculo del cardenal de Bérulle sobre el Hombre, se encuentra lo siguiente : « Es un ángel, un animal, un dios, una nada rodeada por Dios, indigente de Dios capaz de Dios si lo desea. » Pero si se encuentra algo sobre esta exaltación es que es presentada de otra forma y vamos a ver c ó mo se sitúa el misterio de la Encarnación.

La Reforma también era una respuesta pero otra respuesta que iba en un sentido totalmente diferente, no en el sentido de la exaltación sino en el envilecimiento absoluto del hombre hasta la desesperación de la salvación de cierto modo, o peor, de la fe ; llegaba incluso hasta la predestinación en el sentido calvinista de la palabra. En este contexto me parece por mi parte muy admirable el equilibrio teológico del Concilio de Trento que desde entonces ha sido muy criticado y que ofrece justamente una síntesis extraordinaria. Sin embargo, el problema, es siempre el caso, con los concilios, es saber cómo van a ser recibidos. Y se sabe que al principio del siglo XVII, en Francia, los decretos del Concilio de Trento no eran todavía aceptados. Y no es solamente eso, no es solamente saber si los decretos son recibidos o no. ¿ Cómo son traducidos ? ¿Cómo van a ser traducidos en la vida espiritual ?

Me parece que el genio de la Señora Acarie y de todos los que se unieron a ella, fue entender precisamente la centralización del misterio de la Encarnación. La Encarnación es seguir el designio creador. Es obvio que hubo fracaso y pecado por parte del hombre, e incluso caída pero uno tiene ganas de decir – leamos unas partes de los textos de Bérulle – que si no hubiera ocurrido todo esto, el proyecto de Dios sería quizás llegar hasta la Encarnación. Bérulle se situa en la línea teológica de los que piensan que, de todas formas, el Misterio de la Creación prefigura el misterio de la Encarnación que es la figura del hombre por excelencia, ¿ Pero de qué hombre ?
Del hombre perfecto adorador del Padre y que ha conseguido de cierto modo su relación con Dios. En efecto, ese misterio se perfila en el horizonte como el éxito del proyecto creador. Sobre este punto, quizá exista una diferencia entre Bérulle y Madame Acarie. la Señora Acarie insistió más sobre el sufrimiento de Cristo, no es que el pensamiento de una kénose divina esté ausente del pensamiento de Bérulle, pero él, Bérulle, se centra quizás más sobre el propio misterio de la Encarnación. ¿Por qué cuando habla de ello, particularmente en « las grandezas de Jesús » dice « Dios se ha reunido en su gabinete para pensar en el problema del Hombre »? « El problema del Hombre » : ¡ cómo puede atreverse a decir una frase así ! En este sentido, la Encarnación es la voluntad de Dios de lograr el proyecto del hombre. Quizás sea por eso que insiste frecuentemente, aunque sea totalmente consciente de que el misterio de la Encarnación significa la venida de Dios a nuestra humanidad, sobre lo que él llama la humanidad deificada.

¿ Y qué es de la Señora Acarie ? Su manera de tener en cuenta las dimensiones de la humanidad de Jesús no es totalmente extraña a este fenómeno.
¿ Cuáles son las razones de esa centralidad ? Existen varias. Hay la voluntad de tener en cuenta la cuestión de los humanistas pero desde otro punto de vista : ¿cómo llevar a bien mi vida de Hombre, mi humanidad ? Hay también la voluntad de tener en cuenta la cuestión de la población preocupación que la Reforma utilizó perfectamente : ¿Cómo puedo estar en relación con Dios ? Uno puede darse cuenta de que a estas dos preguntas el misterio de la Encarnación trae la verdadera respuesta, ya que es el misterio de un Dios que viene a juntarse con el hombre y que, por esto y por el camino que cogemos cuando seguimos a Jesús, le permite al hombre llevar a bien su regreso hacia Dios. En este caso, soy totalmente hombre, si, soy justamente el que « logra su capacidad de Dios », utilizando la expresión de Bérulle.
Estas son unas razones ; y lo más fundamental que alega Jesús es que nos enseña el camino. Pienso en esta meditación que uno puede encontrar sobre la Samaritana, esa insistencia de Bérulle cuando dice (insiste sobre la famosa frase « Si tuvieras el don de Dios) : Dios que viene hacia el Hombre, el Hombre que va hacia Dios a través del Hombre-Jesús, justamente. No por técnicas espirituales sino por una adhesión profunda, por una unión al misterio de Cristo. Esto me parece ser la razón profunda de este interés por el misterio de la Encarnación.

Me gustaría ahora, ante ustedes, concluir haciendo la pregunta del interés de este paso espiritual para nosotros hoy en día. Ustedes me dirán : por principio es obvio que el misterio de la Encarnación sique siendo el centro de la vida cristiana. No obstante, la razón profunda por la cual hago esta pregunta es la siguiente : ¿Vivimos nosotros en una época muy diferente de la de la Señora Acarie ? Es evidente que es diferente en muchos puntos, pero ¿no estamos nosotros también tambaleando o divididos entre la exaltación del hombre que sigue proponiéndonos el desarrollo prodigioso de las ciencias, de las técnicas que pueden llevarnos a soñar o a pensar que no existen límites, y al mismo tiempo entre esa Béance que este siglo XX que acaba nos ha demostrado ya con desgracias que el hombre es capaz de acumular consigo mismo. El siglo XX no es quizás el peor de los siglos, no lo sé y no quiero hacer comparaciones, pero es cierto que nos ha mostrado algunos horrores…

Por lo tanto, me parece que hay algo de esa tensión que los hombres de hoy experimentan y es por lo que creo que el misterio de la Encarnación sique siendo muy central y muy actual. No hay que buscar en los maestros espirituales como la Señora Acarie la copia exacta de lo que hemos hablado hoy ; pero tengo ganas de decir que nos invitan ahora a meditar profundamente sobre este misterio de la Encarnación, a darle todo su impacto con respecto al hombre de hoy y con respecto a su búsqueda espiritual. En un texto publicado hace unos años, al que me refiero ( y del que las hermanas que están hoy presentes quizás no se acuerden, pero seguramente recuerden a su autor ya que se trata del Padre Daboville) , éste afirmaba después de una conferencia que dio en « la semana de los intelectuales católicos » en París : « El Cristo también es un hombre ; en el siglo de las ciencias y de las técnicas, lo que buscamos (tómense la palabra como la digo), es un mito del hombre ». Por la palabra « mito » no quiero decir una idea del hombre, un concepto sino una especie de imagen ideal que transfigura lo real sin destrozarlo, que conmueve todo el apego que orienta las acciones del hombre, que permite discernir los valores del futuro y prosigue : «  Necesitamos un mito del hombre. ¿Puede Jesús aún ayudarnos a contestar a esta pregunta ? » Después, en su artículo, el Padre Daboville precisa también : « Si contesto desde el punto de vista de mi fe, es obvio que es Jesús quien es el mito del hombre, el verdadero, el símbolo real de la humanidad. Pero la pregunta que debemos hacernos hoy es la siguiente : ¿por qué entonces este símbolo se transmite mal ? Reflexiona sobre esta dificultad : Lo que está puesto en tela de juicio no es, al contrario, el dogma de la Encarnación como dogma sino todo lo que significa el dogma de la Encarnación. ¿Hemos ido a lo más profundo de nuestra meditación sobre el misterio de la Encarnación? Lamenta en particular que en algunos autores «un aspecto demasiado metafísico exagera una cierta presentación de la Redención». Cuando escuchamos o leemos a ciertos teólogos, parece que el Evangelio contiene muchas escenas inútiles ; según ellos, para salvarnos en Jesús sólo hacía falta que éste naciera, sufriera, muriera, resucitara ; sólo era necesario mientras sus palabras nos diera informaciones sobre su ser extraordinario…Lógica sorprendente que fija los límites a cualquier lógica de amor gratuito, que encierra la existencia concreta en las categorías de un momento de razón.
No obstante, Jesús es también un hombre en el sentido de que la experiencia diaria le da a este término, una existencia determinada por un espacio, por un tiempo, por una condición. Jesús vivió en hombre, entre los hombres, es decir que se sometió a las leyes necesarias de la acción humana, que no intentó esquivarlas, como Dios se sometió a las condiciones de desarrollo de su revelación a través de la muy humana historia de Israel. Se trata de un hombre que nos abre al misterio de Dios, y esto bien es toda la finalidad del misterio de la Encarnación.
No hablaré más de ello ; pienso que a través de estos vínculos, quizás por mi parte más sugestivos que totalmente profundizados, les habré convencido de la actualidad del misterio de la Encarnación.