Para conocer el lugar que ocupa la Eucaristía en la experiencia creyente de Madame Acarie, basta con realizar un recorrido por los « Vrais Exercices » («Ejercicios verdaderos »), los escritos breves que ella nos dejó. La Eucaristía, comunión con el Cuerpo de Cristo, ocupa en ellos un lugar central.
"El amor y la gran caridad que de vos recibo, me incita a presentarme ante vos, así como ante mi Dios. Y es aquí donde aparece el sacramento del amor, a través del cual me habéis mostrado claramente vuestro amor y por el cual me habéis animado a devolveros recíprocamente ese mismo amor; y es por ello que deseo recibiros, con el fin de que cuando mi alma se nutra con esa carne espiritual, os abrace gozosamente en mi alma, sin ya jamás separarme de vos y pudiendo así amaros con todo mi corazón."
Madame Acarie y La Eucaristía
Richard CADOUX
Este siglo tan profundamente cristiano no podía dejar de existir, y afirmo rotundamente que ha sido un gran siglo eucarístico, e incluso puede que el siglo eucarístico por excelencia.H. BREMOND, Histoire littéraire du sentiment religieux en France, deuxième édition, Paris, 1967, t. IX, p. 43.
Esta reflexión del abad Bremont es del todo pertinente. La presente exposición se propone situar a Madame Acarie en ese gran siglo eucarístico. La Eucaristía es por aquel entonces un sacramento discutido, un sacramento puesto en tela de juicio, objeto de enfrentamiento entre las diferentes confesiones cristianas. El protestante Philippe Duplessis-Mornay publica en julio de 1598 De l’institution, usage et doctrine du saint sacrement de l’eucharistie en l’Eglise ancienne. Ensemble; comment, quand et par quels degrés, la messe s’est introduite en sa place [(N. del T.) De la institución, uso y doctrina del santo sacramento de la Eucaristía en la antigua Iglesia. Adjunto; cómo, cuándo y a través de qué etapas se estableció la misa]. Madame Acarie es contemporánea a este enfrentamiento entre católicos y reformados. Fue la esposa de un intrépido militante. Está impregnada de la cultura de la controversia característica de la época. Para ella los protestantes son « los impíos y pérfidos hugonotes »Extrait des Vrais exercices, cité dans BRUNO DE JESUS-MARIE, La belle Acarie, Paris, Desclée de Brouwer, 1942, p. 740.. Un testigo precisa :
Yo le he escuchado decir a menudo que si los herejes impíos que niegan la verdadera y real presencia del sagrado cuerpo y sangre de nuestro salvador en el santo sacramento del altar hubieran probado las delicias inenarrables en las que su alma era divinamente rehabilitada, eso hubiese sido más que suficiente para reconvertirlas de su herejía y devolverlas al regazo de nuestra Santa Madre IglesiaA. Estienne, Oraison funèbre de Marie Dudrac, citée dans BRUNO DE JESUS-MARIE, op. cit., p. 111..
El desarrollo de la teología y de la espiritualidad de la Eucaristía forman parte del arsenal de medidas de la Contrarreforma.
La Eucaristía, no obstante, es también un sacramento en plena renovación en el marco de la Reforma Católica. Así, muchos testimonios de visitas pastorales describen «la gran piedad de las iglesias de Francia». Hete aquí el ejemplo de Ana de Jésus, en su “Escrito del Viaje a Francia y de la fundación de París” :
No he acusado el cansancio hasta que hemos llegado a Francia y he visto tan maltratado el Santo Sacramento. Resulta imposible explicar cómo lo conservan en muchos sitios. En uno de ellos, encontramos la Hostia repleta de gusanos –hacía un año que no se renovaba-; y no pudimos ni tocarlo, lo tuvimos que dejar en ese estado.ANNE DE JESUS, récit du voyage en France et de la fondation de Paris, dans Ecrits et documents, Toulouse, éditions du Carmel, 2001, p. 185.
Y sin embargo, a partir de 1580, la progresiva recepción del Concilio de Trento en Francia se funde con una explosión de fervor religioso. Es el tiempo del Santísimo Sacramento del altar. Ahora más que nunca, la misa está en el centro de la vida religiosa de los católicos. El año 1570 ve la promulgación del misal de Pío V. La Eucaristía invade el espacio, por medio de las procesiones, especialmente las del Jueves Santo y las del Corpus Christi, cuando la Hostia Sagrada marca el territorio, acompañada por todas las gentes que componen aquella sociedad jerárquica. Tendríamos que evocar también las devociones eucarísticas promovidas por las grandes órdenes religiosas (la adoración eucarística, las Cuarenta Horas) que vienen a reforzar esa característica de la Edad Media : el deseo de ver la Hostia.
Madame Acarie es hija de su tiempo. Para situarla en su contexto, me he servido, en primer lugar, de la obra de André Duval, quien nos muestra varias pinceladas sobre el lugar que ocupa la Eucaristía en la experiencia y la doctrina espiritual de la Bienaventurada María de la EncarnaciónAndré DUVAL, la vie admirable de la bienheureuse sœur Marie de l’Incarnation, deuxième édition, Paris, Lecoffre, 1893.. También he utilizado los Vrais exercices, publicados en 1623, obra sin duda alguna escrita después de la muerte de Madame Acarie a partir de la ligera modificación de algunos de sus escritos. Se trata de una recomposición de tres textos :
- el ejercicio para la comunión elaborado para la iniciación a la vida interior de su hija María.
- aspiraciones de uso personal.
- un breve escrito realizado especialmente para la comunión de la hermana Teresa del Santo Sacramento, de AmiensOn trouvera le texte des Vrais Exercices dans BRUNO de JESUS-MARIE, op. cit., p. 717-750. Ajoutons que Duval analyse les Vrais exercices dans op. cit., p. 352-359..
Dividiré esta exposición en tres partes : la Eucaristía como sacramento de comunión, como objeto de adoración, y como sacrificio.
La Eucaristía es sacramento de la comunión, que une Dios al hombre. Frente a todas las interpretaciones que simbolizan o que alegorizan la Eucaristía, la Iglesia Romana reafirma solemnemente la transubstanciación del pan en carne real de Cristo a través de las palabras del sacerdote. En el Concilio de Trento, la presencia eucarística de Cristo es definida como substancial; después de la consagración, ya no queda sobre el altar más que la apariencia del pan y del vino (lo material). El Concilio ha preservado el término –originario de la teología medieval- de la transubstanciación. Duval, al relatar la enfermedad que, estando en Amiens, condujo a Madame Acarie a las puertas de la muerte, escribe :
Cuando su confesor le hubo preguntado si ella creía que la hostia que el sostenía era el verdadero cuerpo de Nuestro Señor, ella respondió fervientemente : sí, Padre mío, lo creo, lo he creído siempre, y lo creeré toda mi vida; y levantándose de la cama, aunque sumamente débil y sin apenas fuerzas para recibirlo, pareció como si ella deseara que la tierra se abriese para postrarse aún más en presencia de Nuestro Señor : lo que da muestras de la viva creencia que ella tenía.André DUVAL, op. cit., p.320.
Desde esta perspectiva, la Iglesia invita a los miembros de la comunidad mística al consumo de ese cuerpo divino. La tendencia del siglo discurre hacia una participación cada vez mayor en la comunión sacramental (hete aquí uno de los caballos de batalla de la espiritualidad católica).
¿Cuál es el lugar que ocupa la Eucaristía dentro de la experiencia como creyente de Madame Acarie? Fue en la comunión donde ella tuvo la experiencia personal del encuentro con Dios. Me gustaría evocar aquí su primera comunión, la cual recibe en 1568, cuando estaba hospedada en el monasterio de Longchamp. Según el testimonio de un padre franciscano y de la maestra de novicias Jeanne Mailly :
… realizó su primera comunión a los doce años, pues como en aquel tiempo no se comulgaba a menudo, tampoco se presentaba a los niños a ese ritual. Parece que Dios, a través de ese acto, tomara posesión de su alma, pues ésta se sintió atraída por el poderoso influjo del espíritu divino, así como también recibió en su alma la ternura y el fervor por las cosas de la tierra que le repugnaban –tal y como ella misma decía-; cosas que, a su vez, la ligaban a las cosas del cieloIbid., p. 4..
Primera comunión precoz –por consiguiente inhabitual-, pero decisiva, porque entonces la pequeña franqueó un umbral. Hete aquí una fuerte experiencia que le proporciona el placer y el deseo de Dios.
Acabo de evocar su primera comunión. Me gustaría hablar de las últimas comuniones cediéndole la palabra una vez más a André Duval :
Durante la enfermedad que la llevó a la muerte, comulgó en varias ocasiones más de las que recibió por el Viático, porque la priora, al verla deseosa hasta el punto de parecer que no hubiera consolación alguna para su gran sufrimiento, rogó a Monseñor Fontaine, su confesor, o a Monseñor Cotón, capellán del monasterio, que le diesen la comunión.Ibid., p. 478.
Entre este alfa y este omega, sería conveniente evocar la multiplicidad de sus comuniones :
Pero lo que la subyugaba totalmente y hacía arder su alma, si es que se puede decir así, era el Santo Sacramento […] Yo nunca le di la comunión (aunque lo hice muchas veces) sin verla fuera de sí misma. Generalmente se quedaba inmóvil, casi siempre con los ojos cerrados, sin apartarse un ápice del evangelio, y mostrando durante la elevación la misma actitud que en el resto de la misa. A menudo recuerdo el momento en el que le daba la comunión, siempre la veía tan recogida en su interior, que parecía necesitar una señal, como un empujón, para advertirla de que era el momento de comulgar; y, sin embargo, al acercarme a ella, me sorprendía ver que abría sus labios y la boca como si su ángel de la guarda la hubiese avisado interiormente. Una vez, Monseñor Gallot, doctor, me dijo que mientras le daba la comunión, algunas veces estuvo tentado de tocarla ligeramente con el dedo con tal de abrirle la boca, puesto que ella parecía estar fuera de sí en ese momento, aunque finalmente eso no resultó necesario.Ibid., p.476-477.
Mientras aún se encontraba entre seglares, su práctica fue la de la comunión casi diaria. La Hermana María del Santo Sacramento (de Saint-Leu) precisa, por otra parte, que su marido, con tal de mortificarla, se lo impedía en algunas ocasionesTémoignage cité dans BRUNO DE JESUS-MARIE, op. cit., p. 124.. Estando enferma, «consiguió del M. obispo de París la autorización para tener una capilla en su casa, donde asistía a la misa»André DUVAL, op. cit., p. 477..
Esta práctica personal de una comunión frecuente es muy poco común en la época. Los fieles solían comulgar tres o cuatro veces al año. Recordemos aquí la posición de Francisco de Sales, quien recomienda la comunión como el medio para realizar progresos en la vida devotaSAINT FRANCOIS DE SALES, Introduction à la vie dévote, Livre II, chapitre 20 et 21, dans Œuvres, Paris, Gallimard, La Pléiade, 1969, p. 116-121.. Recogiendo las palabras de San Agustín, ni censura ni alaba la comunión diaria, sometiendo a Filotea a la discreción de su director espiritual, pero precisando que es necesario contar con una buena disposición interior (mortificación de las pasiones y deseo de crecer en la vida espiritual). El obispo de Ginebra preconiza la comunión dominical, pero da a entender que si esa práctica nos resultase extraña, habría que comulgar cada quince días o una vez al mes. En cualquier caso, las convicciones de Francisco de Sales son claras :
Comulga a menudo, Filotea, tanto cuanto puedas, bajo la tutela de tu padre espiritual; y créeme, las liebres de nuestras montañas, en invierno, se vuelven blancas porque no ven ni comen más que nieve; y tú, a base de adorar y de comer la belleza, la bondad y la pureza misma, en este divino Sacramento, llegarás a ser muy hermosa, muy buena y muy pura.Ibid., livre II, chapitre 21, p. 121.
Madame Acarie se inscribe dentro del movimiento de ese gran siglo que vio, no sin polémicas y contestaciones, el desarrollo de la comunión frecuente. Además, se encarga también de orientar a los demás en este sentido :
Había algunos sirvientes, e incluso hasta lacayos, que, a pesar de que ella solamente les obligaba a comulgar en los días más señalados, lo hacían mucho más a menudo e incluso cada domingo.André DUVAL, op. cit., p. 53.
En cuanto a la comunión de las monjas, su posición refleja una gran discreción y una gran sabiduría, cercana a la de Francisco de Sales :
La Bienaventurada me habló en ese viaje de la frecuente y casi diaria comunión de las monjas, sin encontrar apropiado que comulgasen tan a menudo. Me decía que comulgando con esa frecuencia, había que observar los progresos en el camino de la virtud que realizaba la hermana; y que si estos no se veían en absoluto, debería prohibírsele comulgar tan a menudo, pues es este un indicio manifiesto de que no comulga con el espíritu y el respeto que hay que rendirle a este augusto sacramento, sino que lo hace por rutina o por satisfacción natural.Ibid., p. 172.
Unas páginas más adelante, Duval añade :
Madame Acarie era del parecer que los superiores y superioras debían limitar el número de comuniones, salvo en caso de que alguien, por alguna especial motivación, o bien por alguna gran necesidad, tuviera que comulgar más a menudo; porque de otro modo existe el peligro -decía ella- de que se acerquen a ello más bien por rutina o costumbre que con verdadero espíritu de fervor y de enmienda; lo cual resulta muy dañino para cualquier alma.Ibid., p. 478.
Esta actitud de alerta explica por qué encontramos es los Vrais ExercicesVrais Exercices, dans op. cit., p. 729-731., una serie de actos de contricción (que también valen para los exámenes de conciencia matutinos y vespertinos) con vistas a la preparación del sacramento de la penitencia, siendo este último muy cercano al sacramento de la Eucaristía :
Lavadme, mi dulce Jesús, de vuestra preciosa sangre, curadme y santificadme enteramente, con el fin de que pueda estar dispuesta para recibir no sólo este sacramento tan santo y venerable, sino también la virtud y la eficacia del mismo, lo cual no puedo hacer si mi alma no ha sido purificada de toda clase de vicios y pecados. Como advierto en mí una infinidad de faltas e imperfecciones, tengo la necesidad de presentarme a dicho sacramento, esperando tanto de este como de la Hostia y de su dulce ofrenda, el ser purgada y limpiada de todo pecado.Ibid.., p. 731.
Este deseo de comunión, de acogida del señor en su sagrado misterio, hace brotar en Madame Acarie la paz y la alegría. No se percibe ningún temor, ninguna ansiedad, ningún crispamiento en su actitud :
No sólo el día que comulgaba sentía esa devoción tan sensible, tan poderosa, en su alma, sino que también la sentía el mismo día –e incluso en la vigilia- si pensaba en la santa comunión. E incluso si estaba en una iglesia donde reposaba el precioso cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo, esa inefable alegría acudía irrefrenablemente a henchir su corazón.A. Estienne, oraison de Marie Dudrac, dans BRUNO DE JESUS-MARIE, op. cit., p. 110-111.
Esa comunión eucarística nos es presentada por Madame Acarie como el « sacramento del amor » :
El amor y la gran caridad que de vos recibo, me incita a presentarme ante vos, así como ante mi Dios. Y es aquí donde aparece el sacramento del amor, a través del cual me habéis mostrado claramente vuestro amor y por el cual me habéis animado a devolveros recíprocamente ese mismo amor; y es por ello que deseo recibiros, con el fin de que cuando mi alma se nutra con esa carne espiritual, os abrace gozosamente en mi alma, sin ya jamás separarme de vos y pudiendo así amaros con todo mi corazón.Vrais exercices, op. cit. ,p. 732.
El sacramento de la comunión es, pues, la prueba de una alianza que expresa la unión mística del alma con su Dios. Pero además, esa alegría indecible no se goza tan solo en el sacramento de la comunión, sino también a través de la contemplación de un cuerpo que se nos revela. La Eucaristía es, pues, un «misterio de adoración».
La teología católica insiste en la presencia real : Jesús adorado en la Hostia Sagrada. Es ese "Dios de pasta y harina" evocado por los Hugonotes durante la controversia. Con ello la Iglesia pretende mostrarnos la naturaleza divina de Cristo y la de su cuerpo martirizado para nuestra redención. El perpetuamente presente y perpetuamente resucitado debe entonces recibir adoración y reparación perpetua, tendiendo así la adoración eucarística a convertirse en uno de los ejercicios esenciales de la vida devota. De ahí la importancia del tema de la adoración en los Vrais Exercices.
Dios mío, os alabo, os adoro, os rindo quince mil alabanzasIbid., p. 734.…
Pero esta adoración se topa con una paradoja : la del Dios escondido. Nos encontramos entonces con una de las temáticas eucarísticas más sustanciosas del siglo XVII : Para los espiritualistas del siglo XVII, el «Deus absconditus» no tiene por qué ser prioritariamente el Dios de lo desconocido y del apofatismo tan caro a la tradición dionisíaca, sino el Dios de la Encarnación, el cual se vela en el mismo momento de su Revelación.
Existe, pues, una cadena que enlaza los misterios de la Trinidad y de la Eucaristía pasando por el de la Encarnación. El Dios trino, el Todopoderoso, desciende a través de la Encarnación. El proceso destructivo fundamental se produce al ocultar a la persona del Verbo tras la humanidad de Jesús. Bérulle es uno de los que sin duda mejor expresaron esa dimensión de la Encarnación. En Madame Acarie, también encontramos esa concepción realista de la Encarnación, junto a una consideración de la "vida viajera" de Cristo.Voir Vrais exercices, p. 733.
Pero el Cristo resucitado nos es escondido en lo sucesivo bajo la apariencia de la Hostia, y no deja ver su gloria más que a través de los ojos de la fe. El Verbo encarnado se desvanece en el sacramento de la Eucaristía. Esta paradoja del Dios que se revela pero que a la vez se esconde bajo la apariencia del pan y del vino, conduce directamente al creyente a la prueba de la fe.
Si Dios está oculto en la Encarnación, si el Verbo resucitado está escondido tras la Hostia, entonces la misma vida de las monjas se halla escondida en Cristo y la Eucaristía se convierte en el modelo de una vida oculta y autodestructiva :
O más que admirable fuerza, sabiduría y bondad de mi Señor y de mi Dios; cuánto daría por poder hacer a mi voluntad de cada criatura un alma, y de cada alma, especialmente de la mía, edificaros un reino de los cielos en el cual pudiérais hallar paz y alegría, a cambio de todos los dolores y las tristezas que vos padecisteis por mí. Abridme, os lo suplico, las grandes riquezas de vuestra admirabilísima divinidad, y ocultadme en vos, con el fin de que no pueda ser hallada por criatura alguna.André DUVAL, op. cit., p. 356-357.
Estos conceptos de la vida escondida y de la suspensión en Dios se manifiestan en la vida de Madame Acarie, y Duval se muestra presto a reseñar su humildad, su amor por la nada y su deseo de autodestrucción :
La humildad perfecta consiste tanto en la sumisión del espíritu, por la cual el alma se ve a sí misma y se considera una pura nada, como en el control de la voluntad. (…) «Era tan consciente de su nada, lo veía tan claro –comentaba el Padre Sans-, que si todo el mundo la hubiera proclamado Santa, le habría invadido la vanidad o la complacencia tanto como a una muralla». (…) De esta estima baja y vil que de ella misma tenía nacía un sometimiento tan profundo en su alma, que no buscaba más que el autodesprecio y el ponerse por debajo de los demásIbid.,, p. 379-382..
La vida espiritual conduce entonces a la renuncia y a la lucha contra el amor propio, esa "fuerza engañosa " –por utilizar la expresión de Pascal- que tan incansablemente se persigue en el siglo XVII. Traigo a colación aquí el epígrafe de los Vrais Exercices : «El comienzo de este ejercicio será adecuado para confesar y reconocer nuestra nada y nuestra pobreza espiritual, y ofrecerse del todo a Dios». La adoración al Dios escondido en la Eucaristía es así fundadora de un tipo de espiritualidad que se expresa en términos de abnegación y de autodestrucción. Pero estos vocablos tan particulares (y tan chocantes a nuestros oídos) deben ser interpretados desde una perspectiva cristológica. Así, la frase «el Exceso es avaro para quien Dios no es suficiente» toma todo su sentido a la luz del misterio de Cristo. Esa destrucción es, más propiamente, un sacrificio.
Estos dos temas de la destrucción y del sacrificio convergen en una suerte de síntesis cristológica. Dentro del pensamiento del siglo XVII, el descenso de Cristo a su Encarnación es considerado un acto de sacrificio, que culmina en la Cruz. El Concilio de Trento ya se había encargado de recordar ese carácter de sacrificio de la Eucaristía. La misa es una actualización de ese sacrificio único que realizó Cristo en la Cruz, que fue propiciatorio tanto para las vivos como para los muertos.
Hete aquí, oh Padre eterno, cómo mi alma recuerda la muerte de vuestro único hijo. Os ofrezco esta Hostia tal y como él mismo se ofreció para mi salvación y la de todo el mundo. Que esa piedad y caridad con la que enviasteis hasta aquí a vuestro hijo –quien cumplió de tal modo que cargó sobre sí los pecados de todo el mundo-, que esa misma caridad, oh mi Dios y mi Padre, os fuerce a ser misericordioso conmigo y a tener piedad de mí, que soy tan miserable.Cité dans André DUVAL, op. cit., p. 354-355.
Este sacrificio presenta dos aspectos : la oblación y la inmolación. La Eucaristía representa esos dos aspectos. El sacrificio de Cristo reclama a su vez el sacrificio de los fieles. Vemos entonces desarrollarse una suerte de mística del Santo Sacrificio, entendida como participación en el sacrificio del Cristo. Se trata de ofrecer la vida tal y como Cristo ofreció la suya. En los Vrais Exercices nos encontramos con cierto número de actos de ofrendaVrais Exercices, dans op. cit., p. 746.. Tomaré un ejemplo del inicio de los Vrais Exercices :
Os ofrezco mi alma, con el fin de que resulte agradabilísima a vuestra majestad, mi entendimiento para conoceros, mi voluntad para amaros y mi memoria para no olvidarme jamás de vos. Os ofrezco, mi Dios, mi antes mencionada voluntad, de la cual no quiero hacer más uso que para conducirla totalmente hacia la vuestra y así deshacerme de ella por completo. Me ofrezco para realizar todo aquello que el bendito Espíritu Santo me reclame, os ofrezco especialmente una perfecta abnegación personal, con una supresión absoluta de todo placer sensual. Me ofrezco y me resigno a ser privada de todo consuelo y cuidados sensibles, los cuales no son en absoluto necesarios para mi salvación : me ofrezco a soportar voluntariamente todo tipo de adversidades, a sufrir también enfermedades, confusiones, penas, tribulaciones, estrujamientos de corazón y, en general, todo aquello que a vos os guste enviarme en cualquier momento y circunstancia. Ahora, Dios mío, soy toda suya, y es por eso que me atrevo a pediros no sólo vuestros dones y vuestras gracias, sino también a vos mismo, y muy especialmente en el acto de la recepción de vuestro cuerpo precioso, en ese Santísimo Sacramento que ansío recibir para poder estar más perfectamente unida a vosIbid., p. 732..
Desembocamos, pues, en una suerte de espiritualidad del misterio pascual. Aquello que es representado en la Eucaristía, es llevado a la práctica en la vida del creyente. Se trata de morir en uno mismo para vivir en Dios; y esto es posible porque los creyentes participan del misterio de Jesucristo, primogénito de una multitud de hermanos. Y es entonces cuando la acción de gracias puede brotar del corazón de Madame Acarie.
Regocijate pues, oh alma mía, de poder albergar a un huésped tan noble y majestuoso.Ibid., p. 743.
Para concluir, evocaré un importante matiz de la posición que ocupa la Eucaristía en la experiencia espiritual de Madame Acarie, el cual nos muestra que su total adhesión al acto de la comunión no adolece, sin embargo, de lo que podríamos llamar ’gula’ espiritual :
Otras veces, estando en la iglesia, ya próxima al altar para comulgar, si uno se le acercaba para decirle al oído que su marido la buscaba, se levantaba al instante sin comulgar, lo cual, aún teniendo en cuenta el afecto y el ardor que le tenía a la comunión, no le representaba inconveniente algunoAndré Duval, op. cit., p. 34..
Oponemos a veces la vía contemplativa a la vía sacramental y litúrgica. Contrariamente, en el caso de Madame Acarie la Eucaristía se presenta como el principio sacramental de la experiencia mística. La Eucaristía es el acto en el que se concentran ambas aspiraciones : la de autodestrucción y la de comunión. Aniquilada frente a Dios y revivida en Jesús, el alma del creyente encuentra la forma de su experiencia espiritual en ese acto en el que se expresan y realizan conjuntamente el sacrificio, la adoración y la comunión.
La Eucaristía abre, finalmente, la experiencia del creyente a una dimensión propiamente escatológica. La Eucaristía es el misterio de una presencia real. Pero también está fundada sobre la noción de ausencia; nos muestra la atractiva carne de un Dios ontológicamente oculto. Colma al creyente al mismo tiempo que mantiene en él una nostalgia y una búsqueda de Dios. Madame Acarie así lo escribe :
¡Qué infortunio! Dios mío ¿Cuándo sucederá? ¿Cuándo esta unión y comunión amorosas serán tales que ya no pueda soportar más vuestra ausencia? Dios mío, venid a mí y entrad en mi alma. La inquietud y el deseo que siento por acrecentar el amor de Jesucristo en mí me empuja a presentarme ante este altar, fuente de toda gracia, y más aun cuando este sacramento contiene a la viva fuente de los dones del Espíritu Santo y al autor de nuestra salvación : vuestro querido hijo JesucristoVrais exercices, dans op. cit., p. 732-733..
Fuente de toda esperanza, la Eucaristía es nuestro pan para el camino. Nos reconforta, pero sin saciar un deseo que no se consumará hasta la llegada del banquete de las bodas del cordero. En este sentido, la experiencia eucarística de Madame Acarie nos muestra esa paradoja fundamental del cristianismo, aquella en la que conviven el «ya-allí» y el «aún-no».