Barbe Avrillot, que se convirtió en esposa de Pierre Acarie a los dieciséis años y medio, demuestra durante sus treinta y dos años de matrimonio que la vida mística más elevada no es incompatible con ninguna de las obligaciones de la vida familiar y social.

En este corazón enteramente en Dios, el amor maternal sabrá ser tierno y firme. Educadora experimentada, Madame Acarie cría a sus seis hijos sin debilidad ni aspereza: a la vez alegre y seria, es la consejera de sus tres hijos y tres hijas.

Mujer de influencia en un medio destacado, perteneciente a la «alta túnica» parisina por su nacimiento, sus alianzas y su fortuna, es considerada en los círculos del poder, en la Corte, e incluso por los soberanos, gracias a su única influencia humana y espiritual. Testifica que EL PODER ES UN SERVICIO.

Ayudando en cualquier angustia, la gente viene a consultarla de todos lados, atraídos por su prudencia y su iluminación sobrenatural. Su acción individual, por muy fructífera que haya sido, no iguala lo que hoy llamaríamos su acción «social».

El sentido que tenía, de hecho, de la necesidad de aunar fuerzas para hacerlas más efectivas, hizo antes de la fecha un modelo de miembro de la Acción Católica: fue la iniciadora de todas las grandes obras parisinas de su tiempo. ella responde a todas las angustias encontradas en su camino.

Su mejor reclamo a la fama es, sin duda, haber sido la presentadora en Francia de las hijas de santa Teresa de Ávila.

Preparada por sufrimientos de todo tipo, Madame Acarie sabrá responder plenamente a la misión divina. Cuando Santa Teresita se le apareció dos veces, ordenándole en nombre de Dios que estableciera su Orden en Francia, esta mujer, tan flexible con Dios y con los hombres, tenía durante mucho tiempo, sin saberlo, alma y corazón carmelitas.

En este momento de fuertes tensiones políticas, Madame Acarie envió un grupo de personas a España, con el fin de conseguir la llegada de varios carmelitas españoles para fundar un primer Carmelo en Francia. Está hecho, el 18 de octubre de 1604, en París.

Enfermedades, penurias familiares (marido, hijos, padre anciano), reveses de fortuna y todo tipo de trabajos realizados con valentía y abnegación hicieron de su vida un largo camino de la Cruz.

A partir de los 27 años recibió los estigmas, una gracia de configuración al Cristo sufriente. Es la primera mujer francesa cuya veracidad de los estigmas, aunque invisible, ha sido atestiguada por figuras eminentes.

Cuando la noticia de la muerte de Sor María de la Encarnación se difundió en la ciudad (Pontoise) el 18 de abril de 1618, la gente decía: “¡La Santa ha muerto”!

No se trata aquí de recordar los milagros, fueron muchos, ni de hablar de los testimonios de veneración que se manifestaron en su entierro, y luego alrededor de su tumba, sino del hecho de que su propio hijo, Pierre Acarie, desafiado por estos hechos asombrosos, exigió la apertura de las investigaciones que podrían conducir a la beatificación, a partir de 1622.

Estos estudios, completados en 1632, no se tomaron en consideración en Roma hasta finales del siglo XVIII. La Beatificación se celebró en San Pedro de Roma el 5 de junio de 1791.

MMadame Acarie fue beatificada por la Iglesia doscientos años después de su muerte y su proceso de canonización está en marcha.
Hoy, se requiere un milagro reconocido por la Iglesia para tener éxito.
¿Llegará el reconocimiento, hoy, de la santidad de María de la Encarnación, extendiendo su culto a toda la Iglesia, a llenar de nueva alegría a los cristianos del tercer milenio después de la Encarnación del Salvador?
Los nuevos santos solo pueden enriquecer a la Iglesia. Es amar la gloria de Dios para regocijarse en la santidad de sus siervos.

Oración para solicitar la canonización:

Oh Santísima y admirable Trinidad, que te dignaste conceder a tu Sierva, la Bienaventurada María de la Encarnación, una ardiente vida interior, unida a una intensa actividad enteramente dedicada a tu gloria, enséñanos a hacer tu voluntad y danos ser capaz de extender el reinado del Verbo Encarnado, Jesucristo Nuestro Señor. Llévanos a Ti para quemarnos con el fuego de tu amor y dignarte a apresurar la hora de la glorificación de tu fiel Sierva otorgándonos la gracia que hoy te pedimos por su intercesión. Amén.