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La amistad de Francisco de Sales hacia la señora Acarie

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A principios de 1602, Francisco de Sales conocía, en París, a la Señora de Acarie. Durante siete meses, sus encuentros fueron numerosos. Nació de eso una amistad espiritual que, hecho notable, debía extenderse a los seis hijos de la Señora de Acarie.

LA AMISTAD DE FRANCISCO DE SALES HACIA LA SEÑORA ACARIE (1a parte)

Conferencia de Bernard YON, vicepresidente

Hace 400 años, a principios de 1602, Francisco de Sales coincidió en París con la señora Acarie por primera vez. Durante los siete meses que tuvo que residir en esta ciudad, para arreglar asuntos en relación a la diócesis de Ginebra-Annecy, sus encuentros fueron numerosos y causaron una profunda impresión a Francisco de Sales. De este encuentro nació una amistad espiritual que durará toda su vida y que, hecho remarcable y quizá menos conocido, heredarán los seis hijos de la señora Acarie: Nicolás, María, Pedro, Juan, Margarita y Genoveva.

1. Contexto histórico y religioso

La historia tal y como ha llegado hasta nosotros nos cuenta la llegada al trono de Francia de Enrique IV, la hostilidad entre España y Francia, el final de las guerras de religión, la renovación del catolicismo a principios del siglo XVII y la introducción de las nuevas órdenes religiosas en Francia, entre las que se encuentra la orden del Carmen reformada. En un contexto como éste, y después de las divisiones dramáticas de las guerras de religión, es admirable la política de pacificación llevada por el nuevo rey francés. Ésta se manifiesta, por una parte, en el acuerdo de la paz de Vervins con Felipe II de España (el 2 de mayo de 1598) y, ese mismo año, la firma del Edicto de Nantes; y, por otra parte, en la voluntad paciente y respetuosa de la monarquía de obtener la restitución de los bienes y beneficios que la Reforma había usurpado a la Iglesia, con el fin de recuperar las condiciones materiales necesarias para la reinstalación de los curas en las parroquias de las que fueron expulsados por los protestantes. El rey Enrique IV desea “restituir al catolicismo sus derechos”, vencer incluso “la obstinación y la dureza” de los que se oponen, pero es necesario vencerlos con argumentos conformes a dicho edicto y hacerles desistir de buen grado, con el fin de no violar la ley que ha hecho posible la concordia y la tranquilidad públicaLAJEUNIE E.J., Saint François de Sales, la pensée, l’action, París, Guy Victor, 1966, T. II, p. 190..

Pero, ¿por qué es el rey quien tiene el poder de “restituir al catolicismo sus derechos”? Esta pregunta merece una respuesta detallada, pues ella sola justifica el viaje de Francisco de Sales a París en 1602, de cuyas importantes consecuencias se hará mención en este texto. Recordemos las condiciones realmente extraordinarias de la subida al trono de Enrique IV: por un lado, era el jefe del partido protestante; por otro, el heredero legítimo al trono, de tal manera que reunía y confundía en su persona las dos doctrinas opuestas. Enrique IV, asesorado por los prelados que le rodeaban al comienzo de su reinado – Vendôme, Lenoncourt, Renaud de Beaune-, comprendió todo el partido que podía sacar del Concordato de Francisco I para sentar las bases de una alianza duradera del catolicismo francés y la corona. El libro de máximas y libertades de la Iglesia galicanaPITHOU P, Le recueil des maximes et des libertés de l’Eglise gallicane, primera edición de 1594 (dedicada a Enrique IV)., que establece los fundamentos de las normas del Galicanismo y que prácticamente tuvo fuerza de ley hasta la revolución, propone que la orden eclesiástica provenga de la aplicación del texto del Concordato y que éste sea en lo sucesivo interpretado en un sentido favorable a la monarquía: el rey dispone, por el derecho de nombramiento, de todos los beneficios importantes; él es por lo tanto el verdadero dueño de los bienes de la iglesia y delega solamente el usufructo a los eclesiásticos. Él es pues quien elige los beneficiarios, sometidos después a la aprobación del Papa, que vela por la pureza de la doctrina. La pacificación religiosa de Francia, obtenida mucho antes que las de los países del norte de Europa, se puede resumir en dos términos: del lado católico, Iglesia galicana semiindependiente; del lado protestante, aplicación del Edicto de Nantes. El único principio de esta doble solución es el abandono en manos del rey, por parte de las dos causas rivales, de las pretensiones a las que ni la una ni la otra querían renunciarHANOTEAUX G, Histoire du Cardinal de Richelieu, París, Sociéte de l’histoire nationale, 1893, T. I, p. 519.. Le corresponde por lo tanto al rey hacer la restitución de bienes de la Iglesia pero, como veremos más adelante, sólo lo consentirá cuando esto no entre en conflicto con su política de pacificación religiosa.

Gracias a esta voluntad pacificadora del rey, Francia se salva de medidas como la impuesta por Enrique VIII en Inglaterra y de la consiguiente persecución (tanto contra los Católicos papistas, como contra los protestantes Calvinistas puritanos) que tuvo lugar bajo el reinado déspota de Isabel I, hija de Enrique VIII y de Ana Bolena; tras la condenación y decapitación de su rival, su prima la católica María Estuardo (1587).

Sin embargo, persiste la idea de que la Francia de la época, como lo ha dicho ya en este coloquio el profesor Bonnichon, atraviesa una situación religiosa deplorable. Los sabios decretos del Concilio de Trento (1545-1563) no habían sido todavía aprobados por el poder real y, por lo tanto, no eran aplicados en nuestro país, debido precisamente al galicanismoEl Concilio recibió los embajadores de Francia en las sesiones XII del uno de septiembre de 1521, en las que éstos solicitaron, en virtud del galicanismo, estar asociados a las decisiones que serían tomadas. Como debía ser, estas decisiones velaron solamente por los intereses de la Iglesia y no por los de los príncipes y, en particular, los de Enrique II.. El régimen del usufructo está pues vigente y disocia el título de la función; el rey atribuye los beneficios de los obispados y las abadías a quien mejor le parece :
“Se otorgan (estos beneficios) a los laicos, a los niños, a las mujeres, véase incluso a los calvinistas. Muchos de estos obispos no eran sacerdotes…”LAJEUNIE, Opus cit., T. II, p. 191.. Muchos sacerdotes eran de una ignorancia apenas imaginable, la ordenación sacerdotal se les había concedido sin previa formación. Además, numerosos monasterios vivían según una regla relajada y necesitaban una reforma.

No obstante, Francia cuenta en esta época con personalidades de gran santidad como Monseñor de Granier, obispo de Ginebra, y su coadjutor Francisco de Sales, preboste del cabildo de la catedral San Pedro de Ginebra (dadas las circunstancias, los dos residentes en Annecy). A éstos podemos añadir otros obispos como Monseñor Andrés Frémyot, obispo de Dijon y hermano de Juana Francisca Frémyot, baronesa de Chantal. Los decretos del Concilio de Trento, como el que ordena a los obispos la creación de un seminario para la formación religiosa de los candidatos al sacerdocio (Sesión XXIII, capítulo VII), serán finalmente aceptados en Francia. Siguiendo el ejemplo de Carlos Borromeo, obispo de Milán, Richelieu comienza a partir de 1606 la reforma del clero en su obispado de Luçon, antes de volver a ocuparse de los laicos y de la conversión de los protestantes. Sus estatutos sinodales de 1613 ordenan “a los sacerdotes que se consagren a la piedad y a la virtud y que se esfuercen en adquirir la ciencia requerida por su orden”. Así, abre el camino que seguirán más tarde Vicente de Paul y muchos otrosMIQUEL Pierre, Saint Vincent de Paul, Paris, Fayard, 1996, p. 209., como Bérulle, considerado por la señora Acarie como el futuro reformador del clero secularDAGENS Jean, Bérulle et les origines de la restauration catholique, Paris, DDB, 1952, p. 189.. La reforma de los monasterios y de las órdenes religiosas es también un importante factor de renovación: reforma directa, llevada a cabo fundamentalmente por la señora Acarie (por ejemplo, las Hijas de San Luis de l’Hôtel-Dieu de Pontoise) y por Francisco de Sales en su diócesis de Ginebra; introducción en Francia de nuevas órdenes u órdenes reformadas del extranjero (los Carmelitas descalzos, la Congregación del Oratorio, las Ursulinas); y, por último, nuevas fundaciones (las Salesas, la Congregación de la Misión, etc.). Todo este trabajo espiritual de enderezamiento tenía sus raíces en el siglo precedente, en particular en la fundación de los Jesuitas en 1534 por Ignacio de Loyola (1491-1556) y la introducción de los Capuchinos en 1573, apoyados por Enrique III.

En la época que nos ocupa comienza el interés, la mayoría de buena fe, por el estado del alma; esta preocupación se funda sobre unos fuertes deseos de aprender y de creer solamente en lo que es justo. Por ejemplo, el abad de San Cyran, Duvergier de Hauranne, compatriota y gran amigo de Vicente de PaulMIQUEL Pierre, Opus cit., p. 209., fue un hombre de una inteligencia muy notable y, junto a Jansénius, continuó “el estudio de los Padres de la Iglesia, principalmente de San Agustín. Se consagran con tal esmero y dedicación que la señora de Hauranne, maternalmente, se preocupa por ellos : “matará a este pobre flamenco de tanto trabajar” – le decía a su hijo recordándole la delicada salud de JanséniusGAZIER Cécile, Ces messieurs de Port Royal, París, Librairie académique Perrin, 1932, p. 6.. Incluso entre los laicos está muy presente el deseo de estudiar la verdad a través de los libros de espiritualidad; la señora Acarie es un claro ejemploMIQUEL Pierre, Opus cit., p. 141: “Bárbara Acarie […] se ha hecho traducir las obras de santidad de Santa Teresa de Ávila”. Veremos en la nota 37 que esto no es del todo cierto., así como Juana Francisca Frémyot de Chantal y Luísa de Marillac.
Es en este contexto en el que tiene lugar, en París, la primera serie de encuentros entre Francisco de Sales y la señora Acarie.

2. François de sales y el círculo Acarie : los encuetros de 1602

El objetivo del viaje a París

Nos encontramos en 1600. Francisco de Sales es preboste del cabildo de la catedral y coadjutor (todavía no había sido nombrado obispo) de Monseñor Claude de Granier, obispo de Ginebra y, como su coadjutor, residente forzoso en Annecy. Francisco de Sales se esfuerza considerablemente, como sólo un gran santo es capaz, para recuperar las regiones de Saboya que habían caído en el Calvinismo. Se le conoce ya como el apóstol del Chablais por el éxito que ha tenido su obra en Thonon y su región. Se trata ahora de obtener la restitución de los bienes, iglesias y presbiterios y de los beneficios que les son vinculados para restablecer curas en las parroquias que han sido recuperadas, recordémoslo, sin violencia y únicamente gracias a la labor evangélica: la predicación pública y la atención de conciencias rectas.
En la aplicación de la paz de Vervins, firmada por Felipe II (que renovaba con este acuerdo pura y llanamente las cláusulas del tratado de Cateau-CambrésisMALET & ISAAC, L’histoire, l’âge classique, París, Hachette, 1959, p. 372.) y el duque de Saboya, Carlos Manuel, príncipe del Piamonte, que no cumple las promesas que había hecho al rey de Francia. Enrique IV, como acostumbraba hacer, se defiende lo mejor que puede. Ordena pues al mariscal de Biron que ocupe la Bresse, Crillon entra en Chambéry y Lesdiguières en Tarentaise et Maurienne. Enrique IV en persona se dirige al país de Beaufort. Carlos Manuel, que se encontraba en plena campaña para ganar el ducado de Saluces, no pudo atravesar a tiempo el paso del Gran San Bernardo por lo que no consiguió salvar ninguna provincia. Ni Berna ni Ginebra entraron en el conflicto, Annecy tampoco intervino.

El jueves 5 de octubre de 1600, hacia las cinco de la tarde, el duque Enrique de Genevois-NemoursTROCHU Monseñor Francis, Saint François de Sales, Lyon, Vitte, 1955, T. I, p. 19, nota 2 : « Saboya, gobernada por el duque Manuel Filiberto, abarcaba varias subdivisiones entre las que se encontraba el ducado ginebrino con Annecy como capital – antes del 31 de diciembre de 1564, este ducado no era más que un simple condado que incluía los distritos actuales de Annecy y de Saint Julien, más una parte del cantón de Ginebra. El duque de Saboya Carlos III, llamado el Bueno, había dado en feudo este condado a su hermano Felipe en 1528. Este Felipe había sido nombrado, ¡a los cinco años!, obispo de Ginebra, sin recibir evidentemente consagración. A los veinte años, abandonó su obispado para abrazar la vida laica y recibir el condado ginebrino como infantado. Como simpatizaba con Carlos V y España, Francisco I, para ganarse su apoyo, obligó a Felipe a casarse en 1528 con Carlota de Orleáns, hija de Luis, duque de Longueville, con el ducado de Nemours como dote. Así es como su hijo y sucesor, Jacobo de Saboya, lleva el título, bastante singular a primera vista, de duque de Ginebra y de Nemours”., presentaba a Enrique IV, vencedor sin demasiado esfuerzo, en su castillo de Annecy. Ninguna resistencia se manifiesta entonces, pero una reserva general se observa entre la población. Ese mismo día, el 5 de octubre de 1600, el mismo Enrique IV contrae matrimonio por procuración en Florencia con la princesa María de Médicis, hija del gran duque de la Toscana. “El monarca había llegado [a Annnecy] acompañado del duque de Vendôme, gobernador de Bretaña, joven príncipe de seis años, cuya madre se llamaba Gabriela d’Estrées; en la escolta de su majestad estaban los duques de Épernon y de Nevers, el mariscal de Biron y, colmada de honores, la señora de Entragues, marquesa de Verneuil, ¡a quien el rey prometía un año antes que ella sería reina de Francia!Ibid., p. 619.
La situación política es un embrollo delicado para Monseñor de Granier y su coadjutor Francisco de Sales : ¿A cuál de los tres – Carlos Manuel (duque de Saboya), Enrique (duque de Genevois-Nemours) o Enrique IV (rey de Francia)- deben dirigirse de ahora en adelante para tratar los asuntos de la diócesis, dividida por los protestantes y privada de su residencia episcopal (Ginebra)? Tras cierta vacilación justificada, Francisco de Sales y más tarde Monseñor de Granier se entrevistaron con Enrique IV, que declaró: Nada será innovado en la provincia de Chablais contra lo que ha sido hecho por la fe y os lo prometo a costa de mi sangre.”MERCIER J., Souvenirs historiques d’Annecy, p. 620. A pesar de dicha declaración, los hechos no sucedieron como el rey había prometido: Chablais se puso bajo el mando de monseñor de Montglat, protestante, que ordenó que se incautara el trigo de los párrocos de Chablais. Francisco de Sales tuvo que ir al encuentro del señor de Montglat en su residencia de los Allinges, para obtener de él el desembargo de todo lo que se había confiscado.”Primer proceso de canonización 1627-1632, Editions d’Annecy, T. II, p. 1022-1023.

No obstante, la paz fue firmada en Lyon el 17 de enero de 1601, y ratificada después por Carlos Manuel, que conservaba el marquesado de Saluces (del que no pensaba desprenderse) y cedía a Francia un territorio mucho más importante: la Bresse, le Bugey, le Valromey y las tierras de Gex.
Estos acontecimientos que hemos evocado brevemente permiten hacerse una idea de la complejidad del ejercicio del poder y de las dificultades extremas del restablecimiento del culto católico en las regiones que habían sido pura y simplemente anexionadas por los calvinistas. En el país de Gex, cedido a Francia pero todavía parte de la diócesis de Ginebra-Annecy, se plantea un grave problema: antes de la invasión protestante “se encontraban allí diez prioratos, cuarenta y dos parroquias, diez capillas rurales, de cincuenta a sesenta eclesiásticos tanto seculares como regulares”; en el momento de la unión a Francia los reformados tenían veintitrés templos y no quedaba ni una iglesia católica. ¿Conservarán [los hugonotes] en el país de Gex los bienes de la Iglesia que habían usurpado y no sus legítimos propietarios?ALLOING Louis, Le diocèse de Beley, Belley, Chaduc, 1938, p. 214.

Por las buenas o por las malas, puesto que se trata de la restauración de los intereses superiores de la Iglesia Católica, Monseñor de Granier se dirige al rey, único poseedor del poder de restitución de los beneficios eclesiásticos usurpados. El 17 de octubre de 1601, desde Fontainebleau, el rey le responde: Muy querido y amado, habiéndonos permitido a propósito de la bailía de Gex el restablecimiento de la religión católica…”Carta publicada en la edición de Annecy, T. XII, p. 81, nota 2., a continuación se detallan las disposiciones que se deben seguir con el barón de Lux, lugarteniente del rey en el gobierno de Borgoña y de Bresse, Valromey y Gex.

El obispo y Francisco de Sales, bien escarmentados después de la moratoria y las decepciones que habían marcado su acción en el Chablais y, sin duda, poco convencidos de la aplicación in situ de la voluntad real, como había demostrado el caso del Chablais, del que ya hemos hablado, consideran que es necesario mucho tacto porque estos asuntos se tratan mal entre subordinados. Hay que presentarse ante el rey en persona para negociar el restablecimiento de los curas en el país de Gex. Los ginebrinos, además, ya habían enviado una delegación formada por los señores Ajorrant y Chapeaurouge para mantener su presencia absoluta y asegurar la aplicación del Edicto de Nantes en esta bailía que habían conquistado hacía ya 62 años. Cuentan con el apoyo de la poderosa reina de Inglaterra, Isabel. El rey “tiene la cabeza atiborrada de sus quejas”.

Monseñor de Granier, incitado por el nuncio de París, querría emprender el viaje pero su frágil estado de salud se lo impedía expresamente. Decide por lo tanto enviar a su preboste del cabildo de la catedral (que tiene el rango de segundo dignatario en un obispado) que, además, acababa de ser nombrado coadjutor (obispo de Nicopolis). “Si Monseñor de Nicopolis tuviese cuatro cuerpos – cuenta su biógrafo de Longueterre- le habrían utilizado por todos los confines del mundo. Todos los cargos y todos los asuntos estaban bajo su dirección; no se hacía nada sin su consentimiento y todo se concluía con sus únicas deliberacionesDE LONGUETERRE, Vie de Saint François de Sales, Lyon, Cœursilly, 1624, p. 190..” Veremos más adelante cómo, en París, sus opiniones también tuvieron mucho peso.

De momento prepara su viaje y, en nombre de Monseñor de Granier, envía una misiva para al nuncio de Francia y una petición al Rey y a Nuestros Señores de su Consejo.”Misiva para el nuncio, Oeuvres, edición de Annecy, T. XXII, p. 241; y petición al rey, T. XXII, p. 258. Como era costumbre en la época, un viaje como éste no se hacía solo. El grupo constaba de su criado Jorge Rolland, inseparable desde su misión del Chablais, el canónigo Filiberto Roget y su antiguo preceptor, nombrado canónigo del cabildo de la catedral, el canónigo Déage. Así mismo viajaban en el grupo su gran amigo Antonio Favre, entonces presidente del consejo ginebrino y sus dos hijos Renato y Claudio. El miércoles 2 de enero de 1602, nuestro grupo se pone en marcha. Recorren los grandes caminos, pasan por Rhône, Seyssel,… y el 3 de enero llegan a una de las propiedades de Antonio Favre en Meximieux. El 10 de enero, el grupo pasa por Dijon, y el barón de Lux insiste en albergarles en su propia casa. Parece ser que fue allí donde Francisco de Sales conoció, entre otros, al segundo presidente del parlamento de Borgoña, el señor Benigno Frémyot, padre de Juana Francisca, baronesa de Chantal (que será abuela de la marquesa de Sévigné). Finalmente, el 22 de enero de 1602, llegan a París después de veinte días de viaje, unas veces a caballo y otras en diligencia.

La primera visita es a la nunciatura apostólica. El nuncio explica a Francisco de Sales que el ministro Villeroi, encargado de los asuntos extranjeros y muy influyente sobre el rey, debe ser el primero en ser convencido. Pero el rey, ausente de París durante quince días, no volverá de Fontainebleau hasta principios de febrero. Aclaremos ahora que Francisco de Sales se da cuenta de que su misión, además de exigir gran habilidad, le va a llevar mucho tiempo. De hecho, no recibirá audiencia del rey hasta pasados tres meses, y gracias a un cúmulo de circunstancias que algunos han calificado de providenciales. Francisco de Sales es invitado a predicar en Fontainebleau el domingo de Cuasimodo de 1602 (veremos más adelante cuáles fueron las circunstancias que le facilitaron esta invitación). Predicó para una parte de la corte reunida entorno al rey y a Monseñor del Perron (entonces obispo de Evreux, más adelante será nombrado cardenal).

Fue precisamente él quien pronunció estas palabras : “Yo convenceré a los herejes pero creo que para convertirlos hay que conducirlos ante el señor de Ginebra [así es como se conocía a Francisco de Sales en París] porque él ha recibido de Dios una gracia particular que llega a los corazones.”ño Santo, manuscrito, p. 124, citado por Monseñor Francis Trochu, T. II, p. 656. Quizá con este elogio pretendía confirmar a Enrique IV en la opinión favorable que éste tenía de Francisco de Sales, en particular sobre el método pacifico empleado ; el rey deseaba la conversión de los protestantes sin recurrir a la violencia. Así, el rey podía aceptar, sin temor, las peticiones de una persona como Francisco de Sales. Acostumbrado a juzgar a los hombres, Enrique IV se expresó así sobre este personaje : “Es un mirlo blanco, resulta ser al mismo tiempo devoto, docto e hidalgo.” A esto añadió : “El señor de Sales es verdaderamente un hombre de Dios. Desconoce la manera de adular y, con la gran sinceridad de espíritu que demuestra siempre, es muy honesto y no se deja engañar por nadie pero respeta a quien debe respetarDE SALES Charles Auguste, Histoire du bienheureux François de Sales, Lyon, François La Botière et Jean Juillard, 1634, pp. 202-203 y 206-207..” Desgraciadamente la conspiración del barón de Lux y del mariscal de Biron contra el rey Enrique IV a favor del rey de España, enemigo de Francia y de su aliado más fiel, el duque de Saboya, obstaculizó la negociación. El mariscal de Biron, aunque había apoyado a Enrique IV en su entrada a Annecy hacía dos años, no pudo salvar su cabeza y fue decapitado en el Louvre el 31 de julio de 1602. Así, tras la primera espera para obtener audiencia, Francisco de Sales tuvo que mostrarse todavía más paciente para conseguir una entrevista con el rey en condiciones satisfactorias. La estancia en París durará en total siete meses para obtener finalmente el restablecimiento de sólo tres parroquias en la bailía de Gex.

Este tiempo “casi inútilmente empleado [de] varios mesesCarta de Thorens al duque Carlos Manuel fechada el 14 de octubre de 1602, Oeuvres, edición de Annecy, T. XII, p. 123. va a ser no obstante aprovechado para la predicación y el encuentro de toda clase de gente en París.

Predicación y encuentros en París.

Del París en el que Francisco de Sales había sido estudiante durante dos años y medio (de 1582 a 1585) habían desparecido sus viejos maestros. Sin embargo, algunas amistades y antiguas relaciones familiares residían en la ciudad, en particular en el palacete de Mercoeur, al que le unía un afecto hereditario, su padre, su abuelo, su bisabuelo habían tenido el honor de ser pajes en esta casa.”Oración fúnebre del duque de Mercoeur, epístola dedicatoria, Oeuvres, edición de Annecy, T. VII, p. 398-399. Este palacete era frecuentado por la princesa de Longueville, que se encontró un buen día en un apuro: el predicador contratado para predicar la cuaresma en la capilla de la reina faltaba a su compromiso y María de Médicis le rogó que buscara otro. ¿No era Francisco de Sales el candidato ideal para esta misión? Parece ser que esta ocasión le permitió darse a conocer más ampliamente. El general superior de los Feuillants lo describió así : “Tenía una voz fuerte, inteligible y posada, el estilo muy elegante, los términos buenos, propios y sencillos, de acuerdo con sus ideas que eran claras, netas y nada confusas ni camufladas, sus conceptos poco comunes, elevados y divinos pero tratados por él de manera ordinaria y tan fácil que hasta el pueblo más simple era capaz de entender y retener sus sermones… Muchos ignorantes, que no saben lo difícil que es esta facilidad, se imaginaban que ellos hubiesen hecho tanto como él… Él acompañaba todo esto de un gesto grave y majestuoso, pero que no tenía nada de fastuoso ni de severo…DE LONGUETERRE, Opus cit., pp. 149-150.

Esta elocuencia que viene del fondo de un corazón de una profunda santidad es capaz de provocar conversiones extraordinarias; la de Raquel Brochart, esposa del Señor de Raconis y Señor de Perdreauville, nos interesa especialmente. Ésta dama era calvinista convencida y el mismo Monseñor del Perron había intentado hacerle cambiar de idea en vano. No obstante, una católica ferviente, la señora Acarie, la había persuadido de ir al Louvre para escuchar la predicación de Francisco de Sales. El 25 de febrero de 1602 su predicación trataba, según creen los historiadores, sobre el juicio final :

“Éste no es un sermón de disputa. Sin embargo, allí se encontraba una señorita llamada Perdreauville, que había venido por curiosidad; la palabra la convenció y tras este sermón tomo la decisión de instruirse y tres semanas después llevó toda a su familia a confesarse ante mí y fui el padrino de todos en la confirmación.
¿Ve usted?, aquel sermón, que no se dirigía contra la herejía, reflejaba sin embargo una postura contra la herejía, pues Dios me dio entonces este espíritu a favor de estas almas. Desde entonces, siempre he dicho que quien predica con amor predica suficientemente contra los herejes, aunque no diga ni una palabra de disputa contra ellos.Oeuvres, edición de Annecy, T. VII, p. 473.

Entre los ahijados se encuentran Matthieu de Raconis y tres de sus hermanas, una de ellas será carmelita. La madre se convertirá más tarde. La admisión de la carmelita plantea algunas dificultades precisamente a causa de su antigua pertenencia al protestantismo, pero la señora Acarie, con su conocimiento profundo de las almas y sus juicios tan seguros, quiere que sea aceptada, lo que fue finalmente hecho.Luisa Abra de Raconis, nacida en 1567, entró en 1605 en la orden de los Carmelitas, a la edad de 38 años; hizo profesión de fe el 21 de enero de 1606 en Pontoise, donde recibió el nombre de Clara del Santo Sacramento. Murió en Pontoise el 17 de junio de 1666: vivió pues hasta la edad de 99 años, ¡61 de vida religiosa! ¿Se trata quizá de una hija de la señora de Raconis?
Contamos con una segunda versión de este episodio de la predicación de Francisco de Sales, muy próxima a la primera, pero que merece ser evocada, pues proviene de un testigo notorio, la Madre Angélica Arnauld :

“Este bienaventurado me ha dicho que predicando una vez en París, se sintió transportado fuera de sí y, por la fuerza, llevado a cambiar su discurso, que había pensado que era porque Dios tenía el propósito de convertir algún alma, y que dos o tres días después, una señorita llamada de Raconis, hereje, había ido a verle para instruirse en la fe, el arrebato le había venido durante este sermón, al que la señorita Acarie la había llevado por la fuerza.Declaración de la madre Angélica Arnault sobre las virtudes de Francisco de Sales, proceso de beatificación llamado “de París”, 1628, publicado en la Revue d’histoire et de littérature religieuse, Paris, Libraire Alphonse Picard et fils, 1906, T. XI.

La princesa de Longueville, la duquesa de Mercoeur -la oración fúnebre de Felipe Manuel de Lorraine, duque de Mercoeur, será pronunciado por Francisco de Sales el 27 de abril de 1602 en la iglesia Notre-Dame de París- y Raquel de Raconis son todas amigas más o menos próximas de la señora Acarie. Los historiadores han propuesto múltiples hipótesis sobre cómo y a través de quién Francisco de Sales había entrado en relación con el grupo de la casa Acarie: ¿BérulleTROCHU, Opus cit., p. 666, afirma que fue Bérulle quien lo introdujo en el círculo de la señora Acarie. u otros? No son necesarias tantas conjeturas cuando se constata la presencia creciente y activa de Francisco de Sales en el París religioso de la época: entró en contacto con la casa Acarie de forma natural y a través de múltiples lazos.

El grupo de la casa Acarie.

El público aquí presente conoce bien el grupo que se reunía en el palacete Acarie, que, según creemos, estaba situado entre la calle des Juifs y la calle des EcouffesLéon Minot, en su monografía sobre el palacete Acarie, citada por Monseñor Francis Trochu (T. I, p. 664), identifica la calle des Juifs con la actual calle Ferdinand Duval (distrito IV de París); el palacete Acarie estaba en el número 11 de la calle actual. Esta indicación ha sido confirmada por Christian Renoux.. Además del señor de Bérulle (que busca todavía su orientación espiritual), podemos encontrar allí a: Felipe Cospeau, profesor de la Universidad, controversista y predicador ya reputado (más tarde será nombrado obispo de Aire, y después de Nantes y Lisieux) ; Andrés de Sauzéa, profesor en el colegio de Autun así como en Duval, sacerdote muy activo, sabio doctor de la Sorbona y gran evangelizador de los pobres; Jacques Gallemant, cura de Aumale, amigo de Juan de Brétigny y grand admirador de los carmelitas teresianosLAJEUNIE, Opus cit., p. 195. ; el Padre Coton (que será confesor de Enrique IV a partir de 1608); el Padre Pacifique; Juan de Brétigny, cuyo padre era español y, según algunos historiadoresTROCHU, Opus cit., p. 667., habría conocido a San Juan de la Cruz en España y fue el primer traductor de las obras espirituales de Teresa de AvilaSEROUET Pierre, De la vie dévote à la vie mystique, de Sainte Thérèse d’Avila à Saint François de Sales, ediciones carmelitas, 1958, capítulo VIII, p. 99. ; Miguel de Marillac, del que conocemos, en primer lugar, su papel eminente como miembro del parlamento en la subida al trono de Enrique IV y en la llegada de Richelieu al Consejo del rey Luis XIII (después de la muerte de Luynes), después su nombramiento como ministro de Justicia y, por último, la terrible desgracia del exilio forzado por Richelieu por su fidelidad a la reina madre tras la jornada de los Dupes (10 de noviembre de 1630). También encontramos en la casa Acarie las damas nobles de las que ya hemos hablado: las princesas de Orleáns, Catalina de Longueville y su hermana Margarita de Estouteville, la señora de Bréauté que terminará carmelita, la marquesa de Meignelay…

Sin duda, es superfluo para este auditorio seguir presentando a este grupo. No obstante, cuatro rasgos merecen ser destacados.
Dicho grupo, en un lenguaje quizá demasiado moderno, es informal. No proviene de la voluntad superior ni real ni eclesiástica, ni ha recibido constitución alguna. El lazo de unión esencial entre estas personas, hecho por el cual forman un grupo, es el de la búsqueda de Dios en la profundización de su vida espiritual en el contexto de la época, tal y como lo hemos descrito ya.
El grupo se reúne muy a menudo. Según diversos historiadores las reuniones tendrían lugar cada tres días, véase una vez por semana como mínimo. Es, por lo tanto, un lugar de vida corriente y no un movimiento académico o un salón de actividades episódicas. Queda claro entonces que la participación en este grupo es un factor de progreso en la “devoción” (debemos entender esta palabra en el sentido que le da Francisco de Sales en La introducción a la vida devota).

Los miembros de este grupo bien tienen ministerios en la Iglesia, o bien ejercen funciones importantes en la sociedad civil, o bien se trata de damas, la mayoría de la alta nobleza. Cierto es que estas personas están auténticamente volcadas en la ayuda a los pobres, tan numerosa en la época, pero ellas mismas provienen principalmente de círculos cultivados y, en algunos casos, próximos al poder de los grandes del reino o del rey en persona.
Si observamos de cerca la orientación personal de cada uno, remarcamos, por una parte, que el Carmen teresiano reformado era ya conocido y admirado por varios de los miembros del grupo y, por otra parte, que los nobles provienen casi todos del antiguo partido católico de la Liga, salvo los LonguevilleRENOUX Christian, Madame Acarie “lit” Thérèse d’Avila au lendemain de l’Edit de Nantes, p. 145, cuenta que Catalina de Orléans, que permaneció con su hermano y su hermanastra, fiel a su primo Enrique IV, fue por ello retenida prisionera por la Liga en Amiens, así como varios miembros de su familia, de su llegada a la ciudad el 27 de diciembre de 1588. Esta detención fue penosa y duró más de tres años, hasta el 21 de enero de 1592. (relacionados sin embargo a los Soissons y a los Guise y, por supuesto, a los Acarie). Sabemos lo favorable que fue la Liga para España, durante casi diez años (1586-1596) ejerció en las provincias un verdadero poder de gobierno. El rey Felipe II, mientras espera colocar a su hija Isabel en el trono de Francia, firma sus edictos de su buena ciudad de ParísHANOTEAUX, Opus cit., T. I, p. 515., el duque Enrique de Guise era al mismo tiempo engañado y cómplice. La armada española estaba presente en todas partes y, en Francia, se detestaba al español. Enrique IV rechaza esta voluntad de dominación de Castilla sobre Francia así como la teoría que la apoya: “la monarquía universal.

Este grupo, que naturalmente no tiene pretensiones muy acusadas contra la política de Felipe II, debe mostrar por su proximidad al nuevo rey una nueva actitud hacia España. Algunos de sus miembros ya habían intentado introducir en Francia el Carmen reformado. El mariscal de Joyeuse -cuya madre consagró esta capilla en 1610, véase la inscripción bajo la vidriera de la nave- había enviado Brétigny -que todavía no era sacerdote, su ordenación data del 7 de marzo de 1598- a España en 1592-1593 y había obtenido el permiso del mismo rey para instalar en Rouen seis Carmelitas cuya procedencia debía ser española.”SEROUET, Opus cit., p. 93. Este primer proyecto fue seguido de un nuevo plan, a penas diferente al primero, concebido en 1568 por Gallemant para introducir los Carmelitas en su parroquia de Aumale, proyecto que fue también suspendido.

¿Qué sabía Francisco de Sales de la espiritualidad española cuando encontró al grupo Acarie? Concretamente, ¿había leído la obra de Teresa de Ávila, traducidas por Brétigny en 1601? En la actualidad sólo se pueden hacer conjeturas al respecto. Aunque Francisco de Sales haya tenido una vasta cultura espiritual y haya leído los autores de su tiempo, durante su estancia en París en 1602 es probable que todavía no hubiese tenido contacto con la obra teresianaSEROUET, Opus cit., p. 68.. En Francia, sólo ciertas personas habían tenido la ocasión de leer la primera traducción de Brétigny, y probablemente en 1601 la señora Acarie no ignoraba ni la existencia de Teresa de Ávila, ni su obra de reforma en el seno de la Orden del Carmen.”RENOUX Christian, Opus cit., p. 124. Lo dicho en esta citación difiere un poco del contenido de la nota n° 10.
Francisco de Sales, volcado en las cuestiones de política francesa por obligación y no por gusto, no ve en España el peligro que Francia siente hacia este país, pues el duque de Saboya, como ya hemos dicho, es un aliado constante y leal de Felipe II. Así, sin ningún prejuicio, pero sólo atraído por el alto nivel de vida espiritual de este grupo, participa en él activamente: “No había trabajo que distrajese el empeño de este servidor de Dios, aunque tuviese que hacer el camino de una legua, desde la calle Saint-Jacques hasta la que está detrás del pequeño San Antonio, a pie, sin prestar atención al tiempo, ni al sol ni a la lluvia, en el fango que abunda en París.DE LONGUETERRE, citado por Monseñor Francis Trochu, T. I, p. 668.

3. La decisión de introducir el carmen reformado en francia

De las relaciones entre estas dos almas selectas sabemos concretamente poca cosa. Desgraciadamente, de los millares de cartas que Francisco de Sales ha escrito, diez y nueve se han perdido o han sido destruidasSEROUET, Opus cit., p. 137. y de las escritas a la señora Acarie sólo dos han llegado hasta nosotros : una escrita en 1606 y la otra en 1612. Algunos afirman que a partir del encuentro de 1602 se inicia una correspondencia que dura 16 años, pero de esta correspondencia se conservan sólo dos cartas. No obstante, en los escritos de Francisco de Sales la mención o la evocación de la señora Acarie es frecuente (de 1603 a 1621 se han encontrado 15 menciones y puede que haya todavía más) y sabemos, por una carta del 21 de enero de 1612, que uno de los hijos de la señora Acarie estuvo en Annecy entre 1603 y 1604.

Sin embargo, lo poco que sabemos es muy importante desde dos puntos de vista: el primero concierne la dirección espiritual y el segundo la introducción del Carmen reformado en Francia. Veámoslo con más detenimiento.

La cuestión de la dirección espiritual.

A finales de mayo (o ya entrado junio) de 1602, dom Beaucousin, cartujo, confesor de la señora Acarie, fue enviado como prior a la cartuja de Cahors, como era su deseo. La señora Acarie pidió a Monseñor de Sales que la escuchara en confesión : “Esta santa dama se confesaba de buen grado con él [Francisco de Sales] y fuera de la confesión le descubría sus faltas e imperfecciones con gran sinceridad.”Dom Jean de Saint François, Vie du bienheureux Messire François de Sales, Paris, Jean de Heuqueville, 1624, p. 163. Naturalmente ella le pidió que se convirtiese, desde ese momento, en su nuevo confesor (el 5 de junio de 1602, fecha de su primera confesión).
Tras la muerte de María de la Encarnación (el 18 de abril de 1618), Francisco de Sales se sentirá autorizado a tomar el ejemplo de la señora Acarie para la edificación de ciertas personas de las que asume la dirección espiritual. Francisco de Sales escribe desde París, el 15 o 20 de junio de 1619, la siguiente carta a la Madre Angélica Arnauld, abadesa de Port Royal en Maubuisson (veremos más tarde por qué aparece aquí Maubuisson) :

“El buen Padre [se trata del Padre Sans, general de los Feullants] tiene una opinión fundada sobre la virtud y la humildad: no podemos pasar un día sin pecado venial, del que nos podamos acusar en confesión. Pero la experiencia en esto me ha hecho ver lo contrario, pues he visto varias almas bien examinadas no decir nada que yo pudiera considerar como pecado, y, entre otras, la feliz fiel de Dios, la señorita Acarie. No quiero decir que no hubiese algunas culpas veniales pero digo que ella no las podía remarcar en su examen ni yo reconocerlas en la confesión, y que, por consiguiente, estaba obligado a hacerle repetir la acusación de alguna culpa anterior Oeuvres , edición de Annecy, T. XVIII, p. 390.. ”

El mismo ejemplo se encuentra en una de las entrevistas espirituales en las Salesas de la Galerie, dos días antes del fallecimiento de Francisco de Sales :

“Tengo que contarle algo que me ocurrió en París, mientras confesaba a la bienaventurada María de la Encarnación, que era entonces secular. Después de haberla confesado dos o tres veces con mucha atención, finalmente le dije una vez a esta bienaventurada que no podía darle la absolución, porque las cosas de las que se acusaba no eran más que mínimas imperfecciones y no pecados, y le hice decir uno que ella hubiese cometido anteriormente… Se extrañó mucho de que le dijera que no había encontrado ningún pecado venial y me agradeció efusivamente por haberla dado esta luz, asegurándome que ella nunca había soñado con esta distinción.Oeuvres, edición de Annecy, T. VI, p. 204.

En otra carta, Francisco de Sales hace saber a su corresponsal, la Madre de Chastel, a finales de 1618, cómo Satanás puede inducir las almas a error, apoyándose en lo que había aprendido de la señora Acarie :

“Hubo en la época de la bienaventurada hermana María de la Encarnación una joven de origen humilde que fue engañada de la manera más extraña que se pueda uno imaginar. El enemigo, bajo la forma de Nuestro Señor, rezó durante un largo rato las Horas con ella, con un canto tan melodioso que la maravillaba constantemente. Le daba la comunión con bastante frecuencia bajo la apariencia de una nube plateada y resplandeciente, en la que había una falsa ostia que hacía venir hasta su boca. La hacía vivir sin comer absolutamente nada…
Esta joven era testigo de tantas revelaciones que despertó la sospecha de la gente de espíritu. Hubo una revelación especialmente peligrosa, por la que se decidió poner a prueba la santidad de esta criatura, y para ello fue conducida a la bienaventurada María de la Encarnación, entonces todavía casada. Allí, siendo sirvienta y tratada con cierta dureza por el señor Acarie, se descubrió que la joven no tenía nada de santa y que no había en ella más que muchas visiones falsas. <>
En cuanto a ella, se supo con certeza que no sólo no engañaba maliciosamente al mundo, pero que además era la primera en ser engañada, no habiendo en ella ninguna falta a parte de la complacencia que sentía al imaginarse que ella era santa y la contribución que hacía con alguna simulación y duplicidad para mantener la reputación de su vana santidad. Y todo esto me lo relató la bienaventurada María de la Encarnación.Carta a la madre de Chastel, Oeuvres, édición de Annecy, T. XVIII, p. 325.

Fijémonos en cómo Francisco de Sales califica naturalmente de “bienaventurada” a la señora Acarie. Con la certeza de presentar un ejemplo muy seguro, nos muestra un alma que tiene un juicio afilado (a veces en exceso) para reconocer su pecado en conciencia y para apartar los engaños del Maligno. Es más, estos dos ejemplos nos confirman la autenticidad de los dones místicos excepcionales con los que la señora Acarie fue gratificada desde aquella época. Hubo seguramente otros hechos místicos entre ellos dos, pero Francisco de Sales mantendrá una moderación que lamentará al final de su vida :

“Unos meses antes de su muerte, yo [Juan de San Francisco] le pregunté si había tenido conocimiento de otros ejemplos particulares de la gracia extraordinaria que Dios comunicaba a esta santa dama como los que han dejado por escrito los que han hablado de ella. Me respondió sinceramente que no. Porque, me dijo, en primer lugar, cuando él se acercaba a esta santa alma, ella imprimía en la suya un respeto tan grande a su virtud que él no tuvo jamás el atrevimiento de interrogarla sobre lo que ocurría en ella, y no había querido saber de su interior más de los que ella le había querido comunicar por su propia voluntad…
Ahora bien, decía, ella prefería hablar de sus faltas que de sus gracias; y yo la miraba no como a mi penitente, sino como a un cáliz que el Espíritu Santo había consagrado para Su propio uso…
¡Oh! Qué gran falta cometí al no aprovechar más su muy santa conversación, pues ella me hubiese comunicado de buen grado toda su alma.Dom Jean de Saint François, Opus cit., pp. 163 y 166.

Esto demuestra una vez más lo mucho que admiraba Francisco de Sales la bondad del alma de la señora Acarie y, naturalmente, la actitud de reserva que él adoptaba en su presencia. Lamenta no haber aprovechado lo suficiente “su muy santa conversación”, lo que podría dejar pensar que Francisco de Sales no se había sentido a la altura para asumir la dirección espiritual de la señora Acarie en aquel momento.

La introducción del Carmen reformado en Francia.

El público aquí presente conoce con detalle el papel de la señora Acarie en la introducción del Carmen en Francia. Recordemos brevemente los principales hechos:
La señora Acarie recibe, probablemente hacia principios del verano de 1601, en junio o en julioRENOUX, Opus cit., p. 136., una primera orden de Teresa de Ávila (que todavía no había sido beatificada, no lo será hasta 1614). Tres de sus biógrafos han explicado el contenido y las circunstancias de esta primera orden: Andrés Duval, el Padre Coton y el Padre Manrique. El primer biógrafo, Andrés Duval, cuenta que, tras la lectura de la obra de Teresa de Ávila, “pocos días después, la bienaventurada Teresa se apareció visiblemente a María, mientras rezaba, y le advirtió que tal era la voluntad de Dios, en estos términos: “Del mismo modo que yo he enriquecido España con esta Orden tan célebre, del mismo modo tú que restauras la piedad en Francia intenta hacer beneficiarse este país de la misma buena acción.PICARD Michel, Portrait de madame Acarie, capítulo 14, libro en preparación. De la relación de los hechos del Padre Cotón -“yendo de su casa a oír la santa Misa al pequeño San Antonio, le pareció ver de repente la gloria que correspondía a las perfecciones de la bienaventurada Madre Teresa…”- algunos han podido deducir que esta visión a tenido lugar en plena calle y no en un oratorio o en una iglesia, como lo hace suponer el relato de A. Duval.”RENOUX, Opus cit., p. 134, nota 4.

Poco importa en el fondo el lugar donde esta orden fue recibida. La señora Acarie, como es la norma, somete esta visión al discernimiento de su confesor el Padre Beaucousin, que está persuadido de que se trata realmente de la voluntad divina. Convencido de esta certitud -¡Oh! ¡Qué firme era cuando se trataba de discernir la voluntad de Dios en las visiones recibidas por humildes criaturas!- el Padre Beaucousin decide, sin duda, someter la realización de este proyecto al examen de los teólogos.
El proyecto en sí, como ya hemos visto, no era nuevo en su esencia, pero el hecho de que sea Bárbara Acarie quien ha sido ahora encargada de tal misión es suficiente para justificar tal examen. Los “examinadores” reunidos son seguramente los señores Bérulle, Duval y Gallemant y quizá, además, Juan de Brétigny, lo que parece ser muy normal y plausible. Así, Duval escribe :

“Estábamos pues reunidos en la celda del reverendo Padre Beaucousin, el susodicho maese Gallement, maese de Brétigny, maese de Bérulle, más tarde digno cardenal de la Iglesia romana y yo. El asunto ha sido propuesto a nuestro examen: sopesamos los pros y los contras, examinamos los medios de realización, pero a la vista de inmensas dificultades, de inmensos obstáculos, todos, por unanimidad, rechazamos la empresa por absolutamente imposible y, unánimemente, aconsejamos a María que abandone este deseo o, al menos, lo deje en suspenso a la espera de otras circunstancias en las que sea más fácil de realizar, cuando el poder divino haya apartado todos los obstáculos.PICARD, Opus cit., capítulo 14, p. 3. El obstáculo principal era la tensión permanente con España y el recelo que podía surgir si se hacían penetrar intereses españoles en Francia por medio, incluso indirecto, de superiores españoles para dirigir buenas religiosas.

Pero esta objeción no es sin duda la única. Los teólogos “concluyen al fin esperar que Dios haga aparecer más su voluntad, rogándole que abra el camino para llevar a cabo lo que ordenaba, que parecía entonces muy cerrado (sin salida); que si no lo hacía, ellos tendrían razones para creer que esta visión había sido más bien una ilusión, que ahorraría sus penasRENOUX, Opus cit., p. 137..”
Destaquemos las objeciones presentadas en esta etapa del asunto: la voluntad divina en las visiones, España en lucha contra Francia y la ausencia de fundador (donante de fondos) autorizado por cartas patentes del rey para dicha fundación, esto en un entorno estrictamente galicano.
Antes de marzo de 1602, una segunda visión viene a confirmar a la señora Acarie en su vocación y el asunto vuelve a ser objeto de conversación. “De siete a ocho meses más tarde – nos cuenta A. Duval- la santa Madre se le aparece por segunda vez, más fuerte y poderosamente que la primera, y le ordena que ponga nuevamente el asunto sobre la mesa, asegurándola que, a pesar de todas las dificultades que se encontraban, lo conseguiríaRENOUX, Opus cit., p. 139..”

Como ya se ha mencionado anteriormente, Dom Beaucousin deja París para dirigirse a Cahors hacia finales de mayo de 1602 (o con más seguridad a principios de junio, como veremos a continuación). En cuanto a Francisco de Sales, éste se encontraba en París desde el 22 de enero de 1602. Este período es por lo tanto crucial pues la segunda visión de marzo de 1602 es sin lugar a dudas, como la primera, sometida por la señora Acarie a su confesor Dom Beaucousin. Éste, ya completamente convencido de la intervención divina en la primera visión, no hace más que confirmar la veracidad de la segunda y desea someter el contenido de la orden que contiene al mismo grupo de teólogos al que se añade, como era natural, Francisco de Sales. Este último ha sido puesto al corriente de las visiones por la señora Acarie en persona, principalmente de la segunda visión -esto es muy probable.

Los historiadores no están todos exactamente de acuerdo sobre el desarrollo de la reunión de examen de la segunda visión. La versión la más verosímil es que ésta tuvo lugar en la capilla de los cartujos, abierta al público, lo que permitió a la señora Acarie estar presente en el debate: “Se ha encontrado en las tablillas de san Francisco de Sales que el quinto día de junio de 1602, la señorita Acarie, llamada después la bienaventurada María de la Encarnación, habiéndose confesado con él, le había comunicado su alma y sus últimas resoluciones para traer los carmelitas a Francia.TROCHU, Opus cit., T. I, p. 673.” Francisco de Sales deja a la señora Acarie la precedencia: “era ya la bienaventurada quien conducía la barca”, no obstante da discretamente su aprobación.
A esta aprobación, y teniendo en cuenta sus relaciones en Roma, Francisco de Sales añadió una carta muy bella (que parece ser nunca recibió respuesta), que merece ser citada, como dice Pierre Serouet es un honor para el Carmen de Francia que un san Francisco de Sales se haya dignado intervenir ante el Santo Padre a favor de su fundación.”SEROUET, Opus cit., p. 114.
Esta carta, en latín, lengua que Francisco de Sales manejaba con facilidad y elegancia, se dirige al papa Clemente VIII el 15 de noviembre de 1602 :

“Muy santo Padre,
Estando en París por el asunto sobre el que he escrito, no hace mucho tiempo, a su santidad, no he podido evitar predicar ante el Rey, los Príncipes y el pueblo: en esta ocasión la señora Catalina de Orleáns, princesa de Longueville muy ilustre, no sólo por la sangre de los muy grandes príncipes de su casa, sino también por la caridad de Jesús Cristo, que tendría el propósito de fundar un monasterio de Carmelitas, me llamó junto a algunos teólogos, para consultarnos sobre dicha fundación. Encontramos que la cosa estaba bien considerada, que el consejo venía de Dios, y que sería beneficioso para muchos, en su más grande gloria. Una sola dificultad se presenta ante nosotros. Hacer venir algunos Padres de esta misma orden para su gobierno; lo que era muy difícil: pero esta dificultad se arregló con el ejemplo de un monasterio de la misma regla, que está a cargo de un Padre de la Congregación del Oratorio. Así pues hemos escogido tres hombres muy dotados de buenas costumbres y bien entregados a los negocios, para gobernarlos: por este medio hemos subsanado las dificultades, que podrían sobrevenir en lo sucesivo por la injuria del tiempo y los lugares. Ahora sólo falta que la Santa Sede Apostólica autorice esta empresa, y el Rey ya ha dado su consentimiento, contra la esperanza de muchos. Por esta razón, este mensajero se echa a los pies de su Santidad, para suplicarle que conceda las Bulas Apostólicas, por las que todo pasa y se consuma felizmente: y yo, Muy Santo Padre, que he estado presente en todos los consejos, aunque soy indigno de que mi testimonio sea escuchado, si yo me asegurara que será en beneficio de la Cristiandad, que su Santidad autorizará con sus bendiciones estos celestes movimientos, en este tiempo principalmente y este lugar. Así lo pide muy humildemente esta virtuosa princesa; así que otras personas y yo también con ellas. Dios haga que su Santidad viva mucho tiempo con buena salud para nosotros y para todos los buenos.
Muy Santo Padre,
Su muy humilde y muy obediente e indigno servidor,
Francisco, obispo de GinebraFrancisco de Sales, Epîtres spirituelles, Edición de sainte Jeanne de Chantal,, 1626, libro primero, p. 17..”

Francisco de Sales atestigua la veracidad de las visiones y de las órdenes que ellas contienen, evita la dificultad de los superiores españoles al dar su aval a una solución original de superiores franceses, uno de ellos oratoriano, y para terminar, presenta a la princesa de Longueville como fundadora (en el sentido de donante de la fundación), lo que facilita, además de Roma, el procedimiento de aceptación del rey Enrique IV. Se ha especulado mucho sobre el papel de Francisco de Sales en la introducción del Carmen en Francia: ¿fue un papel esencial o secundario? A la vista de lo que acaba de ser relatado, no hay duda de que este apoyo fue discreto pero muy importante para llegar a una decisión que era, al menos, difícil. Podemos afirmar con certeza que todos tenían miedo, y ninguno tenía el peso suficiente para llevar el proyecto a término: Francisco de Sales les ha procurado un estímulo importante.

Las dos cartas de Francisco de Sales a la señora Acarie.

Como ya hemos visto, no nos han llegado más que dos cartas, pero podemos legítimamente suponer que ha habido otras. En cualquier caso sabemos, por otras cartas, que la relación de Francisco de Sales con el Carmen reformado de Francia ha sido constante y estrecha. Las dos cartas están fechadas antes de la entrada de la señora Acarie en el Carmen (el 7 de abril de 1614).
La primera, del 6 de marzo de 1606, está dirigida de Chambéry a la “señorita Acarie”, denominación de la época para las damas casadas :

“Me escriben desde Dijon que el señor Bérulle y el señor Gallemant se encuentran allí e incluso que el señor Bérulle viene de este lado y que me hará el honor de desplazarse hasta donde yo esté. Le aseguro que esta única noticia me ha llenado de alegría y de contento y si esto me ocurre lo consideraré un singular favor de Dios … ”

La nota explicativa de esta carta dice así: “en torno a esta fecha, en efecto, los Carmelitas de Dijon se encontraban alojados estrechamente, sus superiores soñaban con procurarles otra vivienda. La estancia de los señores Bérulle y Gallemant en Dijon tenía sin duda por causa la negociación de este asunto Oeuvres , Lyon, Librairie E. Vitte, T. XIII, vol. III, p. 153, carta CCCXXXIII..”

La segunda es del 21 de enero de 1612. El duque Enrique de Genevois-Nemours, anciano y residente permanente en el castillo de Annecy, posee también un palacete parisino. Su madre, Ana de Este (esposa en primeras nupcias del duque de Guise, viuda a los 32 años y esposa después en segundas nupcias de Carlos Manuel de Genevois Nemours) falleció en 1607 y su hermano, Carlos Manuel, vivió recluido en el castillo de Pierre-Cise. Como Enrique no tenía descendencia, probablemente Bérulle había pedido a su parienta, la señora Acarie, que interviniese ante Francisco de Sales para obtener la venta de este palacete parisino para alojar en él la congregación naciente del Oratorio. Aquí está la respuesta, con el estilo un poco pomposo característico de la época :

“Señorita,
Crea, se lo suplico, que siento siempre una muy particular consolación cuando usted me hace el favor de enviarme noticias suyas y de asegurarme sobre su santa benevolencia. Si me ha deseado del otro lado, yo he correspondido bien de mi lado, estimando que un viaje sería muy útil, no a los demás sino a mí mismo, que, a través de las entrevistas que tendría con tanta gente de bien, refrescaría las resoluciones y el espíritu que me es necesario en mi vocación.
Hubiese deseado más de lo que se pueda decir con palabras ser útil al servicio de la Santa Congregación que nace ahora bajo la dirección del señor de Bérulle, la que considero deberá ser una de las más fructíferas que jamás ha habido en París; pero no pudiera de ninguna manera, pues Nuestro Señor no me encontraría suficientemente digno, y el asunto por el cual el dicho señor Bérulle me escribió imposible, a la que no obstante yo hubiese de buen grado contribuido con todo mi poder, si hubiese habido apariencia de verla triunfar.
Dios, que pos su misericordia es autor de esta bendita asamblea, la alojará, la protegerá y dilatará para el saludo y la perfección de muchos. Así se lo suplico yo y que le haga cada vez más abundar en su santo amor, al que yo le suplico me encomiende continuamente, como una persona que está allí por siempre, Señorita…Francisco de Sales, Lettres d’amitié spirituelle, editadas por A. Ravier, Bibliothèque européenne, DDB 1980, pp. 415-416.

Los términos de Francisco de Sales no son sólo los de la exquisita educación que ha demostrado tener durante toda su vida. Dice seguramente lo que piensa, esto es, que un encuentro con el grupo Acarie habría en primer lugar sido útil par sí mismo en el ejercicio de su vocación. Dice también cuánto estima que el Oratorio sea fructífero. Pero, contrariamente a lo que podían pensar Bérulle y su parienta, no considera que una intervención de su parte ante el duque Enrique tenga la más mínima posibilidad de conseguir un acuerdo. Por lo tanto se abstiene, a pesar de sus buenas relaciones en Annecy.

4. El último viaje de francisco de sales a parís en 1618-1619

Tras varias prórrogas, que duraron al menos nueve años, a finales de septiembre de 1618, el hábil Carlos Manuel decide viajar a París para obtener para su hijo Víctor-Amadeo, príncipe del Piamonte, de treinta y un años, la mano de Cristina de Francia, una adolescente de doce años, primera hija de Enrique IV y de María de Médicis, y hermana por consiguiente del futuro Luis XIII (la segunda hermana de Luis XIII, Enriqueta, se casará con el desafortunado Carlos I de Inglaterra). Para tal empresa, Carlos Manuel quiere que la escolta que lo acompañe a las puertas de París sea impresionante: Monseñor de Ginebra, Francisco de Sales, debe absolutamente estar presente, un servicio que evidentemente éste último no puede negarle a su príncipe.

El 7 de noviembre de 1618, la escolta llega a París y al día siguiente, el miércoles 8 de noviembre, una recepción se prepara en el Louvre, donde Francisco de Sales encuentra al rey Luis XIII. La negociación se hizo sin rodeos; Richelieu veía en este matrimonio un lazo de unión con la casa Saboya, una aliada demasiado fiel a España. Así, el 10 de febrero de 1619, el cardenal Francisco de la Rochefoucauld, gran capellán de Francia, asistido por el obispo de Ginebra, bendecirá el matrimonio entre el príncipe del Piamonte y la princesa Cristina.
Pero volvamos al mes de noviembre de 1618. La señora Acarie, en el Carmen María de la Encarnación, ha fallecido (el 18 de abril de 1618). Francisco de Sales durante esta nueva estancia en la capital no descuida sus conferencias pronunciadas ante personas de mundo, como hizo ya en 1602, que esta vez tienen lugar ya sea en los Carmelitas, en las Ursulinas o en el primer convento parisino de las Salesas. ¡Qué camino ha recorrido en el espacio de 16 años! Francisco de Sales encuentra también a Bérulle que, como lo había presentido ya, ha fundado el Oratorio en Francia, así como a Andrés Duval, en ese momento los dos superiores generales de unos veinte monasterios. A este respecto, el Año santo cuenta: El decimoctavo día del año 1619, estos dos grandes servidores de Dios se confiesan y se dan mutuamente opiniones espirituales sobre su conducta.”TROCHU, Opus cit., T. II, p. 628.

De un modo poco honesto, el señor Arnauld obtiene para su hija Jacoba, llamada tras su confirmación Angélica, la cruz abacial de Port-Royal-des-Champs. Convertida al estricto acatamiento a la edad de 18 años, reestablece una vida regular en esta abadía. Otro monasterio, Maubuisson, situado en saint Ouen l’Aumône, se encontraba todavía en 1618 bajo el gobierno extravagante de Angélica de Estrées, hermana de la célebre Gabriela. En febrero de 1618, Luis XIII decide probablemente terminar con veinticinco años de irregularidad y ordena a la Madre Angélica Arnauld que reforme Maubuisson.
Durante los primeros meses, la Madre Angélica Arnauld encontrará dificultades inimaginables, son sus propias palabras. Por mediación del padre de una de las jóvenes de Maubuisson (el señor de Bonneuil), el 5 de abril de 1619 Francisco de Sales fue conducido a este monasterio. Desde entonces Francisco de Sales visita Maubuisson con cierta asiduidad. Su paso data del 17 de julio y después de finales de agosto de 1619. Por esta razón la Madre Angélica es llamada a hacer una declaración en el proceso de canonización de Francisco de Sales, una declaración muy interesante para nosotros. Dice así :

“Le he visto cinco veces ir al convento de las carmelitas de Pontoise para rendir homenaje a la bienaventurada hermana María de la Encarnación, que había conocido bien y de la que admiraba su santa vida y como él dijo una vez con mucho afecto, cuando iba a decir la santa misa en su monasterio y alguien le preguntó si diría la misa en honor de su santa hermana, él respondió: “!Oh no! Dios me guarde, se debe tener antes la palabra de la Santa Sede, pero la invocaré bien en mi fuero interno.Proceso de beatificación dicho de París, Opus cit.

Es necesario destacar que Francisco de Sales, gracias a María de la Encarnación, ha celebrado misa aquí mismo (pero no “en honor” de ésta pues ella no había sido todavía “ascendida a los altares”, como dice la expresión). Otro de los testigos del proceso de canonización dijo :

“Aportaré como prueba de la estima que se tenía de esta bienaventurada lo que oímos de la boca del bienaventurado Francisco de Sales obispo y príncipe de Ginebra. Un día vino expresamente a esta ciudad y a este monasterio para cumplir con sus deberes religiosos dado el santo depósito que aquí se encuentra, como él mismo nos explicó. Dijo la santa misa, y predicó para nosotros…Proceso de beatificación, testimonio 107 de la madre Marie de saint Joseph (Fournier).

Esta predicación desgraciadamente no ha llegado hasta nosotros. Pero podemos imaginar que Francisco de Sales, ya aureolado con su grandeza, reconocida por sus contemporáneos tanto en Annecy como en París, ¡predicó aquí!

5. Unas últimas palabras a modo de conclusión

Francisco de Sales mantuvo correspondencia con varios de los hijos de la señora Acarie y con carmelitas de diferentes monasterios fundados a lo largo de los veinticinco primeros años del siglo XVII. En una carta a la hija mayor de la señora Acarie, fechada en septiembre (u octubre) de 1620, Francisco de Sales escribe: “…Pero tenga a bien enviarme también una imagen de un retrato que tiene vuestra merced, que yo hubiese sin duda hecho copiar mientras estaba en París, si hubiese sabido que había uno en el mundo.Oeuvres, edición de Annecy, Carta MDCCV de septiembre u octubre de 1620, a la madre María de Jesús, priora del Carmen de Orleáns. En la nota de la carta del 20 o 21 de septiembre 1619 dirigida por Francisco de Sales a la madre (Oeuvres, edición de Annecy, carta MDLIV, Tomo XIX, p. 23) se lee: “La hija mayor de la hermana María de la Encarnación, cuando fui a París hace 20 años, era no sólo mi hija espiritual sino también mi preferida, escribe Francisco de Sales en 1620. La nota continúa así: “Quizá el natural “bueno, franco y sencillo” de la señora Acarie era la causa de esta inclinación particular, quizá el santo se compadecía de las luchas interiores de la joven, que, a pesar de su inclinación por la vanidad, no podía decidirse a quedarse en el mundo y no tenía sin embargo el coraje de entrar en la religión. Una peregrinación a Nuestra Señora de Liesse en 1607 puso fin a sus vacilaciones; seis meses después se convertía en la hermana María de Jesús en el Carmen de París y el 25 de marzo de 1609 pronunció sus votos al mismo tiempo que su hermana Genoveva. Cuando su bienaventurada madre hizo profesión de fe en el monasterio de Amiens [1615], la hermana María de Jesús se encontraba allí y al año siguiente fue elegida subpriora. En 1620, tomo la dirección de la casa de Orleáns donde murió el 2 de julio de 1641. Las opiniones de Francisco de Sales, “que le hacía frecuentemente el honor de escribirle” –dicen las crónicas de la orden, Troyes 1856, T. III, p. 185- le ayudaron mucho en su gobierno.” En la carta del 24 de abril de 1621 dirigida a Miguel de Marillac, entonces ministro de Justicia de Luis XIII, en agradecimiento del envío del retrato, expresa también su alegría ante la publicación de la primera biografía por Andrés Duval (marzo de 1621), de la que recibirá un ejemplar en junio (o agosto) de 1621. No hay duda de que leyó el texto con mucha atención sobre todo teniendo en cuenta la estima que sentía por el biógrafo :

“Señor,
Le doy mil acciones de gracias por el retrato de la bienaventurada hermana María de la Encarnación, no sé qué podría recibir más útil y agradable a mi alma; porque por un lado siento un amor tan pleno de reverencia hacia esta santa persona y por otro una necesidad tan grande de despertar frecuentemente en mi espíritu los piadosos afectos que su vista y su muy santa comunicación han excitado en otro tiempo en mí, durante los seis meses que fui su confesor ordinario, durante tantas ocasiones de servicio de Dios, me entrevistaba con ella casi todos los días.
Me han dicho que habían escrito y hecho imprimir su vida; y fue la Madre priora de Lyon a la que vi el otro día estando allí. ¡Oh! Qué beneficio dará e incluso a los seculares, si el trozo de su historia, del tiempo en el que ella estuvo en el mundo, ha sido bien representado, como yo creo que lo es, puesto que ha sido el señor Duval quien lo ha escrito. En suma si amo y admiro a esta santa alma y amo a todos aquellos que ella amaba en esta vida, y a usted en particular, señor, de quien ella misma me procuró la benevolencia, que le suplico me conserve; y agradeciéndole nuevamente por este santo retrato, viviré, con la ayuda de Dios, y moriré siendo Vuestro más humilde y muy afecto servidor.
Francisco, Obispo de Ginebra. Oeuvres complètes de Saint François de Sales, París, Albanel et Martin, 1839, T. III, pp. 682-683.

La historia del retrato merecería cierto desarrollo, pero éste desbordaría el marco de esta causa. Sólo debemos saber que Francisco de Sales no lo encontró muy parecido a la realidad, en lo referente a la expresión espiritual por supuesto. Vamos a escuchar, en la conferencia de la hermana Anne Thérèse, la imagen viva y profunda que Francisco de Sales había conservado de la señora Acarie, una imagen de hacía casi veinte años, pues, como ya hemos dicho, no la volvió a ver desde que se fue de París en 1602.
Dos grandes almas, fuertemente unidas, que han tenido una forma de espiritualidad muy próxima la una de la otra. ¿Cuál de los dos influyó en el otro? Esta pregunta, ¿sólo debe plantearse así? Algunos han ido hasta pensar que la señora Acarie fue uno de los Philotées de Francisco de Sales; en cualquier caso, fue uno de los vivos ejemplos descritos en su Introducción a la vida devota.